sábado, 15 de septiembre de 2012

Señor, te ofreceré con gratitud un sacrificio


La Madre de quien es dueño de todo, de quien lo creo todo, ahora de lo terreno solo sus hijos. pero la más rica en el Reino de Dios. Por sus días en la tierra debió ser auspiciada por Juan. En el momento de la restauración, o sea, de la segunda creación, Jesús confía María a Juan, y también Juan a María. Así lo entiende Juan, que atestigua haber oído ambas frases. Es un nuevo gesto simbólico de Jesús. María será la madre de los creyentes. No es la tutela de sus familiares de Nazaret, son los creyentes que ama el Señor, siendo Juan el profeta, autor tanto del Apocalipsis como del Evangelio, el primero de sus hijos. Se comprende así sin explicaciones el misterio de una maternidad espiritual que se esta realizando.

Los creyentes somos miembros de esta familia espiritual; así como para crecer normalmente el niño necesita de sus padres, asimismo el creyente obliga de María y del Padre celestial. Es una desdicha para un hijo no haber conocido a su madre, lo mismo es para un creyente cuando en su creencia deja por fuera a la Madre de nuestro Señor Jesús y Madre nuestra. “Mujer”, signo del apocalipsis 12. “Ella te pisará la cabeza” enunciado en Génesis 3,15. Como la madre del Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros. (Is 7,14).

Con esto tratamos de hallar los cimientos de la profecía, pero a María le queda aun más, su dolor que siempre lo guardo en su corazón. El anciano Simeón le habló de la espada que traspasaría su corazón (cf. Lc 2,35), del signo de contradicción que su Hijo sería en este mundo. A ella no se le ve recibiendo honores por la obra de su Hijo, pero si esta presente donde se necesita el servicio, incluso se expone al pie de la Crus para recibir el ultimo suspiro de su amado Hijo. Cuanto dolor al ver la indiferencia, las calumnias, los malos entendidos, la hipocresía, la sordera y ceguera espiritual, la ultima despedida de su Hijo, su pasión su muerte en la Cruz como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes... y la separación física, solo le reconfortaría aquellas palabra del Arcángel, “No temas, María” … “Su reino no tendrá fin” (Lc 1,30 y 33). También a nuestro Señor se le escucha decir: no temáis!... Luego vendrá la alegría de la Resurrección, comienzo del Reinado, del ya nunca tendría fin. Por eso tú permaneces con los discípulos (cf Ac 1,14) como madre suya, como Madre de la esperanza.

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La Madre piadosa estaba junto a la cruz, y lloraba mientras el Hijo pendía; cuya alma triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y afligida estaba la Madre herida, de tantos tormentos llena, cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena! ¿Y cuál hombre no llorara si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor? ¿Y quién no se entristeciera, Madre piadosa, si os viera sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre. Vio morir al Hijo amado que rindió desamparado el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo. Y, porque a amarlo me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí. Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar y de veras lastimar de sus penas mientras vivo; porque acompañar deseo en la cruz, donde lo veo, tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!, llore ya con ansias tantas que el llanto dulce me sea; porque su pasión y muerte tenga en mi alma de suerte que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio; porque me inflame y encienda y contigo me defienda en el día del juicio. Haz que me ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance, vida y alma estén; porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma a su eterna gloria. Amén.


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