viernes, 14 de septiembre de 2012

Alma mía, bendice al Señor



Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado” (hecho real en el paso por el desierto, pero al mismo tiempo simbolismo)
Para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Hecho realidad, para ti y para mi si miramos a Cristo)

Nuestro Señor Jesús, es el Verbo eterno, el único que ve al Padre (Jn.1,18). El Hijo del Hombre descendió del cielo (Jn. 3,13), Jesús acaba de dar la revelación de un nuevo nacimiento. Este “renacer del Espíritu” exige que se haya reconocido el misterio del Hijo de Dios que vino a los hombres para sufrir, resucitar y luego ser fuente de salvación (Jn. 3,11-17).

Así debe ser levantado el Hijo del Hombre” el que ha bajado del cielo. Para nosotros misterio que nos invita a mirar tanto la Cruz como la Resurrección. El pueblo de Israel, los que escuchaban a Jesús, esperaba una venida de Dios para condenar al mundo y castigar a los malos. Dios en cambio enviaba a su propio Hijo a la cruz para salvar al mundo, la humanidad entera y su hábitat, que a causa del árbol del paraíso había sido precipitada en el abismo inferior; ahora por otro árbol, el de la cruz, alcanza la vivienda de la vida eterna. La escalera al cielo solo tiene dos maderos uno vertical superior que mira la trascendencia y otro horizontal que mira al mundo.

La culpa hizo que el Padre se conmoviera de sus criaturas, por eso en la Vigilia Pascual, de manera solemne, es decir, en el Pregón pascual, cantamos alabanza del pecado original: «¡Oh!, feliz culpa, que nos has merecido tan gran Redentor», que con su dolor ha impreso “sentido” al dolor. «Mirad el árbol de la cruz, donde colgó el Salvador del mundo: venid y adorémosle»

El mundo, este mundo está hecho de criaturas de Dios, pero son los hombres a su antojo sin querer seguir las directrices del Creador, quienes han puesto orden en él, porque hay mil maneras de descubrir lo que nos rodea, de elegir o ignorar las cosas y las personas, de darles el verdadero valor, de obtenerlas y de utilizarlas. Pero también no olvidemos que este mundo esta influenciado por el autor de la mentira y del engaño, el espíritu del mal que nos insta en sentido contrario a la salvación y a la dignidad. Por eso el católico debe mantenerse vigilante; no puede amar al mundo entregándose a él, sino que ama al mundo tal como Dios lo ama, es decir, esforzándose por corregirlo, instruirlo y salvarlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario