martes, 5 de junio de 2012

Tú eres, Señor, nuestro refugio


Nuestro Señor Jesús quiere resaltar el paralelismo entre la ley humana y la Ley de Dios. La primera para conservar un orden económico y político entre los hombres; y la segunda para mantener el orden moral, con respecto a todo lo que tiene que ver con el hombre en este mundo.

Apreciemos la astucia del enemigo que pone en el pensamiento de los políticos razonamientos para poder acabar con el Señor en cualquier forma menos en la cruz; quien les parecía un estorbo para sus estándares de vida y no lo reconocían como el Mesías porque los judíos tienen todavía en sus mentes el convencimiento que Dios vendrá como un guerrero para aniquilar al resto de pueblos y que el poderío será único. No han comprendido que la lucha no es contra personas sino contra las fuerzas espirituales del mal: (cf-Ef.6,10s), (2 Co. 4,4),(2 Co.11:13-15),(2 Pedro 2:1-3), (Mateo 13:37-39), (1 Tim.3:15).

Fijémonos en la poca importancia que el Señor pone en las cosas del mundo incluso en los cuerpos de barro, que al fin y al cabo es el depósito de pecado y que el último día será reconstruido por el verdadero y eterno cuerpo tal cual. La relevancia la pone de manifiesto el Señor en nuestro espíritu y nuestra alma, (como son inseparables se puede decir de las dos formas, es lo mismo).

Ante la astucia, el Señor Jesús responde con habilidad, quiere invitar a la humanidad de todos los tiempos a un nuevo discernimiento práctico, en justicia y buen ejemplo de vida, para desarmar a los servidores del maligno y la puesta en parcialidad el amparo de los derechos de Dios y de los valores humanos. “Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (Lc.12,34). La imagen de la moneda es del césar (para el César), pero la imagen y semejanza del hombre es de Dios (para Dios). ¡Sepamos, por tanto, elegir lo que nos conviene!

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