miércoles, 20 de junio de 2012

El que me ama cumplirá mi palabra


La Palabra de Dios nos da tres ejemplos de otro secreto sin el cual no es posible ver a Dios: dejar de actuar para que nos vean los demás y hacerlo sólo para él. Nos pone de manifiesto la presencia del Padre; a la vez que se repite “Reino de Dios” y se nos afirma que tenemos a un Padre que es Dios y que hace presencia de manera singular

Sus buenas acciones, sinónimo de justicia, conducta correcta desde el punto de vista de Dios; acciones buenas que merecen la aprobación de Dios y de la comunidad. Actuar únicamente por convicciones personales, por amor a Dios, sin esperar la recompensa aunque biológicamente estamos hechos para responder a los estímulos. «Examinar con mucho cuidado nuestra intención en todo lo que hacemos, y no buscar nuestros intereses, si queremos servir al Señor» (San Gregorio Magno).

Los que dan espectáculo. “hipócrita” no sólo designa en la Biblia a los que engañan a su mundo, también a los que se quedan en las apariencias y que en realidad se burlan de Dios, porque faltaría la adoración en espíritu y en verdad (Jn.4,23) Rezar no significa hablar mucho ni querer imponer a Dios nuestra voluntad, sino dejar nuestra vida en las manos del Padre que nos ama; pudiéramos decir que toda nuestra vida puede ser una oración, cuando todos nuestros pensamientos, actos, deseos y compromisos los ofrecemos y pedimos la gracia de Dios para que el sea nuestro Rector y nos conceda la gracia para vivir su santa voluntad.

El ayuno ocupa poco espacio en la Biblia (véanse Lev 16,31; 23,7; Is 58,3; Jl 1,14; Za 7,5). Jesús no condena el ayuno, (ver 4,2; 9,15; 17,21). Afirma que el ayuno no tiene valor si se busca más el aprecio de los demás que el de Dios. Implica por parte del que ayuna, hacer reparación a los que le hemos fallado, estar en gracia de Dios, una disposición interior de conversión, pesar por sus propios errores y reparación frente a Dios. Conscientes de que nuestro interior, nuestra alma es templo de Dios, (Lc. 17, 21), que el reino de Dios está dentro de vosotros. Y (2 Cor. 6, 16): Nosotros, dice, somos el templo del Dios vivo.


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