viernes, 29 de junio de 2012

Confía en el Señor y saltarás de gusto


Jesús cambia el nombre de Simón, al igual que Dios había cambiado el de Abraham cuando le hizo también una promesa para siempre. Sin embargo la semejanza con la promesa hecha a David en (2Sam 7,14) es más clara. Nuestro Señor Jesús "se le quedó mirando y le dijo: Tú eres Simón, hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Piedra)" (Juan 1,42). Los judíos no tenían apellidos y añadían a su nombre la palabra "Bar" que quiere decir "hijo de" y, a continuación, ponían el nombre del padre. Así Simón era Simón BarJonas", porque su padre se llamaba "Jonas", que es lo mismo que Juan. Pero lo que llamó la atención a todos fue que Jesús le anticipase otro nombre, el de Cefas, en arameo "Kefa" que significa "piedra" o “roca”. Pedro, y sólo él, es la roca sobre la que Cristo edifica su Iglesia. Narrando el episodio de cómo Jesús le llamó a él y a su hermano Andrés, el evangelista no hace más que adelantamos el nombre del apóstol San Pedro.

Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos”. He aquí palabras muy extrañas; ¿cómo un hombre, Pedro o su sucesor, podía tener las llaves del Reino de Dios, si Jesús no cesó de repetir que nuestra relación con el Padre prescinde de cualquier intermediario o autoridad humana? Hay aquí un aspecto muy misterioso del plan de Dios. Él es Dios de todos, y sin embargo tiene un pueblo particular; eligió una tierra y una ciudad que es Jerusalén, y a David del cual el Salvador será descendiente. Del mismo modo los que hayan creído en Jesús, Hijo de Dios y Mesías, deberán aceptar a Pedro como guardián de la fe. Tendrán que aceptarlo como la cabeza de la comunión universal (cabeza y no jefe, como en Ef 4,15; 5,23), para recibir las gracias que Dios destina a su pueblo particular. Las gracias que menos se notan y que son la parte más secreta de la obra de Dios.

Para los judíos atar y desatar significaba declarar lo que está prohibido y lo que está permitido. Aquí se trata de precisar lo que es parte o no de la fe de la Iglesia. Los poderes de la muerte. El texto original dice: “Las puertas del Hades”, el Hades era el reino debajo de la tierra, el país de los muertos y de los poderes infernales. (cf.Ap 12-17). Los apóstoles como los cimientos de la Iglesia (Ef 2,20 y Ap 21,14). También ellos reciben el poder de atar y desatar en (Jn 20,21), pero en ese lugar se refiere claramente al perdón de los pecados. (cf. Mt 18,18).


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