miércoles, 13 de junio de 2012

Protégeme, Dios mío, pues eres mi refugio


La Ley o los Profetas era una expresión para referirse a toda la Biblia.

Hasta que todo se realice. Nuestro Señor Jesús no vino para dar claridad y para inaugurar la reconciliación definitiva de la humanidad con Dios.

Realizar, o cumplir: Jesús no habla sólo de cumplir mandamientos, sino la plena realización de la voluntad de Dios. Asimismo las profecías tenían que cumplirse; igual que los ritos y sacrificios que expresaban a su manera el misterio del pecado, debían ser sustituidos por la persona de Jesús.

Tibien nos aclara que no es fácil y dice: El que no cumpla hasta lo más mínimo de la Ley no entrará en el Reino. Jesús enseña el espíritu de la Ley a quienes ya se han sometido a la Ley. Insiste en que la interpretación cristiana no se orienta a la abolición de la Ley de Israel, sino a la comprensión de su significado para la vida cristiana, en favor del género humano, en su vida desde la concepción hasta la muerte natural, en su dignidad, en su libertad, en sus derechos; a favor de la justicia y del desarrollo social armónico para que haya paz.

“¿Creen ustedes que con la fe suprimimos la Ley? De ninguna manera; más bien la colocamos en su verdadero lugar.” (Rm.3, 31)

Porque si alguien cumple toda la Ley, pero falla en un solo punto, es como si faltara en todo.” (Sg. 2,10)

Dios da sus mandamientos a fin de que seamos libres y espera del hombre una respuesta de amor, manifestada en el cumplimiento de sus enseñanzas: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15).

Amar a Dios es guardar sus mandatos, y sus mandatos no son una carga. Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo, y la victoria en que el mundo ha sido vencido es nuestra fe.” (1Jn.5,3-4)

A la vez nos enseña nuestro Señor Jesús la importancia del buen ejemplo y la acción apostólica: “En cambio el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos.”

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