viernes, 22 de junio de 2012

Dios anuncia la paz a su pueblo


No junten tesoros y reservas. “tesoro” tiene sentido de cosas útiles que se guardan para asegurar el porvenir. Durante siglos la mayoría de los hombres casi no tuvieron reservas personales; la familia o el clan se hacían cargo de ellos en caso de adversidad. Actualmente cada uno debe preocuparse de sí mismo; sinónimo de individualismo,de perdida de vida familiar. Pero ¿cómo escapar de esa obsesión por asegurar el futuro? (cf, Sg.5,2; Ecl. 29,11). Jesús invita una vez más a creer en la Providencia del Padre: si nos preocupamos de sus asuntos, él se encargará de los nuestros.

Allí estará tu corazón. Indica el interior de la persona: su conciencia y sus juicios. Por naturaleza queremos poseer, lo que es malo es cuando la materia nos posee, desplazamos a Dios para ocuparnos de las cosas, imponiéndonos un estilo de vida contraía a la concordancia humana y divina. Además los tesoros materiales nos impiden ser libres, ser justos, empobrecen nuestra acción evangélica y el amor y la fe quedan pendientes de ser auténticos; quedando oculto el “tesoro escondido – La perla preciosa” el Reino de Dios. (cf. Mt.19,21; Col.3,1)

Tu ojo es la lámpara de tu cuerpo. (cf. Pro.20,27; Lc. 11,34). Al sostener la vista en nuestros apegos y por nuestra concupiscencia se hace oscuro nuestro interior. ¿Con que ojos (conciencia) miramos a las personas y las cosas que nos rodean, nuestra religión, nuestra iglesia y nuestros deseos y actividad para la salvación propia y la de los demás? El ojo sano es la conciencia que siempre se mantiene centrada en “los juicios de Dios” - “perdieron por ella la cabeza, dejaron de mirar al Cielo y se olvidaron de sus justas sentencias. (Dn 13,9).

Dios nos ilumina el camino para cambiar la mirada. Solo con intención y conciencia limpia, una mente transformada por las enseñanzas de nuestro Señor Jesús podremos descubrir el “Tesoro escondido” donde las demás personas ven pobreza, opresión, limitaciones, fanatismo. Optemos por una vida de valores, y al mismo tiempo, siempre atenta a la dura realidad humana y dispuesta a aceptar los propios límites y errores. La enseñanza de Jesús es un tesoro oculto que sólo podremos hallar por la gracia y acción del Espíritu Santo. 


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