Es una hermosa expresión, pero es difícil saber si hay que encontrar aplicaciones precisas. Se nos invita a una actitud de discreción, sabiendo que el espíritu del mal sabrá volver en contra nuestra lo que hayamos confiado a otros sobre nuestra experiencia personal o sobre los misterios de la fe, pensando que eso los animaría a creer. Por eso no se dejen arrebatar del enemigo, no miren atrás.
Nos dirigimos al Padre porque el Espíritu nos lo sugiere (Rom 8,16); él espera esta relación personal con sus hijos e hijas. Sólo entonces podemos reencontrar al Dios Padre de Jesús y también de todos nosotros.
Nos presenta el Señor el contraste de la puerta ancha y espaciosa, con la puerta angosta y el caminar escabroso. No es fácil la conversión que abre el camino a la salación, se hace difícil por la entrega, por la renuncia, por el compromiso, la abnegación, por la decisión radical y permanente, el verdadero reconocimiento de Dios, el amar, el servir, el ejemplo de vida, el cumplimiento de la misión que es la comprobación de la obra, sin esperar nada a cabio. Pero al fin y al cabo es el camino donde esta la luz, que en un principio es pequeñita y a medida que avancemos se hace mas fulgurante hasta poder ver a Dios.
Muchísimos tomamos la puerta ancha y camino holgado por la oscuridad, donde desperdiciamos los regalos de Dios, nos deshabilitamos para el Reino. Nos alejamos, pero Dios misericordioso tiene opciones, coloca una piedrita para que tropecemos, se vale de los que están de regreso, de la dificultad o del dolor para que recapacitemos y nos devolvamos, para que regresemos al Padre como hijos pródigos, sin poner la vista atrás. Allí reencontraremos el camino, comprenderemos el tratar a los demás como queremos que se nos trate. Comprendernos nuestras limitaciones, la grandeza de Dios, la luz plena y la heredad que Dios tiene para nosotros.
(cf. Stg. 1,17; Rm.13,8; Hch.14, 22; Lc 11,9; Mc 11,24; Jn 14,13; 15,7; Stgo 1,5).
No hay comentarios:
Publicar un comentario