lunes, 25 de junio de 2012

Por la misericordia entrañable de nuestro Dios, nos ha visitado la luz que nace de lo alto.


No juzguen.” Sí, hay que juzgar o discernir; debemos tomar conciencia y llevar la luz allí donde se comete el mal en medio de la indiferencia general y con valentía denunciar el mal (Ef 5,11). Pero también podemos interpretar “No se hagan jueces”; no seamos como quienes se sienten mejores que los demás cuando han criticado y difamado. Somos tendientes a maquillar el pecado con justificaciones, creemos que nosotros arreglamos el mundo con el juzgar y decimos que es crítica constructiva; cuando esta si se hace ha de ser con amor fraterno, con el propósito de cambios conscientes y persuadidos y no por imposición. Es una forma de orgullo que los autores espirituales llaman el “defecto de los principiantes”. «En el cómo, está la gran diferencia». De cómo hagamos una cosa cambiará mucho el resultado en muchos aspectos de nuestra vida, sobre todo, la espiritual. La enseñanza de nuestro Señor Jesús nos dice que evitemos creernos superiores ni jueces de los que van –o que Dios lleva– por un camino distinto al nuestro.

Mucha gente imagina la vida como un gran tribunal. Donde unos pocos se sentarán en el banquillo de los acusados y la mayoría se ubica en el lugar del juez, del fiscal o del jurado. De esta manera,y por una u otra circunstancia muchos se convierten en hábiles creadores de opinión utilizando los medios para imponer a los demás que deben pensar, decir y hacer. Y a la hora de criticar y juzgar cuando se trata de religión siempre recae sobre la católica.

Hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.” Es indispensable trabajar para una mejor formación; así pensaríamos en nuestros pecados cuando veamos defectos en los demás y actuaríamos de manera más pedagógica para que nuestras vidas tomaran el rumbo en pos de Cristo, a la vez que le daríamos al Señor una medida pequeñita para nuestro juicio particular.

“Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de globalización, en momentos difíciles como los actuales.” (Papa Benedicto XVI)

No juzgar: 1 Co.4,5; Rm. 2,1; Rm. 14,4; 1 Co. 5, 12; Sg. 4,11; Mc. 4,24; Gál 6,1-5; Jn.8,7)


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