sábado, 1 de marzo de 2014

Suba mi oración como incienso en tu presencia, Señor.


Santiago nos invita a la confianza en Dios y formulando una serie de exigencias desde realidades concretas, en las cuales se debe tener en cuenta su experiencia y la confianza en Cristo resucitado. Afirma que la oración hecha con fe, sana. Nuestra oración ha de ser una súplica confiada, no vacilante, ni intermitente donde manifestamos nuestras necesidades, nuestras aspiraciones y esperanzas. Como no sabemos pedir, por decir las cosas de labios solamente si la confianza y sin tener en cuent la presencia de Dios, deberíamos poner nuestra oración en manos de nuestros intercesores, como es la santísima Virgen, para que ella sea nuestra mediadora. No como una religiosidad sin una oración y confianza en espíritu y en verdad.

Nuestro Señor Jesús nos invita a dejar nuestro endiosamiento para que seamos como niños. La acogida del Reino tiene una paga el Maestro advierte: «Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él» Por su inocencia el niño sin saberlo confía en lo que le dicen y lo pone por cierto y en práctica. No hay en el niño recelos, desamor o desconfianza. "Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos". Esta invitación ha de ser acogida como ellos, pero como adultos pensando en Dios, nuestro Padre. Es la invitación a vivir a la sombra de Dios Padre, confiada en Él, segura de Él.

En contraposición de la cogida y el amor por los niños, hoy día miremos como desde el seno materno, desde el abandono, desde puesta su educación en otras personas, desde la libertad en los juegos electrónicos, desde la guianza y formación de internet, se les mata. De manera que es una responsabilidad no descuidar a los que el Señor tanto amó y de quienes «es el reino de los cielos» y el futuro del mundo.


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