sábado, 15 de marzo de 2014

“Dichoso el que camina en la voluntad del Señor”


El santo Evangelio de hoy nos vuelve a referir en la necesidad de amar, perdonar y servir. ¡si podemos amar a nuestros enemigos! es por gracia de Dios. El perdonar y el servir por amor no es fácil ya que todos procuramos más bien el interés, el valor que se le pone al servicio o la seguridad de que va a ser recompensado. No se perdona del todo y se guardan resentimientos allá en el cuarto de cosas viejas de nuestra conciencia; eso que se guarda y se acumula perjudica, puesto que no deja vivir en paz; lo guardado se convierte en “odio” listo a devorarnos o a devorar a los demás; y este es siempre una tenencia pendiente de evangelización en el amplio terreno de nuestra personalidad. Necesidad intrínseca para ser perfectos conforme a los sentimientos de nuestro Señor Jesús, que quiere que seamos perfectos como Dios. Y para ello nos da su modelo: “Ámense como yo los he amado”.


El mandamiento del amor, formula de Dios, que lo sabe todo, no es cuestión de una simple formula de vida social, es ante todo un perfeccionamiento, una cátedra, la cual hay que aprobar para pasar el examen para la vida. Nos dice san Juan: “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve” (1Jn 4:20)

“Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo” Nuestro Padre celestial que es bueno, que es misericordioso, que es amor. Quien quiere nuestra salvación, por eso sacrifico a su único Hijo para que pudiéramos obtener la vida. Acto de amor por todos y para todos, realidad que por nuestro velo sobre nuestros ojos nos impide verla muchas veces. De ahí nuestra necesidad del cumplimiento del mandamiento del amor, de la práctica de las bienaventuranzas, de la justicia y la paz. También dice el apóstol San Juan:
"Sabemos que hemos sido trasladados de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Quien aborrece a su hermano es homicida, y ya sabéis que todo homicida no tiene en sí la vida eterna. En esto hemos conocido la caridad, en que El dio su vida por nosotros; y nosotros debemos dar nuestra vida por nuestros hermanos." (1Jn 3,14-16)


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