viernes, 14 de marzo de 2014

“Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?"


Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa” «Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá. No se le tendrán en cuenta los delitos que cometió, por la justicia que hizo, vivirá.” Todos de una manera u otra cometemos injusticia y faltamos a la voluntad de Dios. Pero entonces no falta quien diga: estamos en este mundo injusto y es difícil vivir en rectitud. Pues precisamente, es por la falta de la práctica del cumplimiento de los mandatos de Dios (desobediencia), la práctica de la justicia, y la rectitud, es decir la lealtad con Dios y con nuestros semejantes. “Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió.”

Por otra parte todos de una manera u otra somos permisivos, al no denunciar el mal que cometen algunos en contra del derecho y la justicia, la corrupción, las leyes (o por ser una ley quiere decir que sea justa) la impunidad, el abuso de poder. (…). De modo que si caemos al estado de muerte, para ello Dios nos plantea la solución, doblemos rodilla en el confesionario para hallar la vida. El deseo de Dios es que el pecador recapacite, se convierta y Dios le devolverá la viva. El verdadero triunfo sobre toda injusticia no es solo la reparación del mal cometido sino la “vida nueva” Dios sabe que estamos en medio del pecado del mundo pero “un corazón contrito y arrepentidos no lo rechaza

Nuestro Señor Jesús nos plantea de manera directa la necesidad de superar los comportamientos faltos de perdón. ¿Si Dios nos da el ejemplo tan grande del perdón, porque nosotros vivimos en resentimientos que tanto daño nos causa?. En este tiempo de cuaresma, Dios nos invita a hacer una reflexión minuciosa para llegar a la conversión y al perdón. “Porque si les perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial. Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados.” (Mat 6: 14-15) En la mayoría de los casos de desventuras y de muchas enfermedades se debe a la falta del perdón. Pero lo más lamentable es la muerte que causa la falta del perdón. «Está claro que todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor. Esta santidad favorece, también en la sociedad terrena, un estilo de vida más humano» (C. Vat. II, Lum. gent. 40).


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