viernes, 21 de marzo de 2014

Recuerden las maravillas que hizo el Señor.


Contienen mucho de común la historia de José y la parábola de los viñadores homicidas. Dios da a cada persona una vocación para su vida y depende el ésta llevarla a cabo. Dios también es un soñador, sueña con hacer ver a todos los seres humanos su condición de hijos e hijas de Dios. Sueña con un mundo en el que el reinado de Dios acabe con la violencia, la injusticia, la inhumanidad. Pero no se limita a soñar. Acepta visitar la viña de su Padre (Visita, Señor, tu viña, la cepa que tu diestra plantó y que tú hiciste vigorosa). Al llegar a ella, se da cuenta de que no es bien recibido por los labradores (Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron).

A medida que Jesús fue presentando la novedad del Reino, que pone por delante a las personas antes que a las estructuras, la libertad y la conciencia de los individuos antes que la ley y la norma. comprendió que su vida corría peligro. Su misión no encajaba con los criterios de quienes se consideraban los “fieles de Dios”. Y lo hace ver a través de sus parábolas. Pero aun mas, el Señor ve que esta situación no tendrá mucho de diferente por toda la existencia de la humanidad, de tal manera que son parábolas que nos incumbe también a nosotros, es presente la situación y la condición nuestra, los que nos consideramos hijos de Dios pero para ciertos momentos, pero que no lesione nuestros intereses. Nosotros también rechazamos los sueños de Dios. ¿En que forma visita hoy esta viña nuestra el hijo del dueño de la viña? ¿A través de qué signos visibles sigue Jesús llega a nosotros? ¿Cómo aceptamos su visita? ¿Le acogemos? ¿le escuchamos? ¿Le obedecemos? ¿Lo entendemos como el mensajero de amor que viene de parte del dueño de la viña? ¿A través de su Palabra encontramos la solución a todos nuestros problemas?



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