miércoles, 12 de marzo de 2014

“A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás”


Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció” Porque el rey de Nínive había dicho: “Que cada uno se convierta de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos” Hicieron un ayuno sincero y fue aceptado. En el pasaje del Evangelio para la gente que rodeo a nuestro Señor Jesús le costó demasiado trabajo hacerse a la idea que Dios en persona viniera a proponer una conducta basada en el amor y no con la fuerza y poder que ellos querían como pueblo elegido – en otras palabras si en verdad Jesús era el Mesías debería manifestar los signos que ellos querían para poder creer.

Esta situación es igual hoy día, no se diferencia en el fondo, queremos que Dios sea nuestro bombero que apague nuestros incendios, queremos que sea nuestro policía, que sea nuestro banco, en fin, que nos dé una vida sin trabajo, sin que nos cueste sacrificios, renuncias, y entrega. Pero resulta que después de nuestros primeros padres, nos corresponde ganarnos el pan de cada día con el sudor de nuestra frente.

No se trata de vestirnos con sacos ni cubrirnos con ceniza, pero si ofrendar nuestra conducta, nuestra renuncia, rectificar nuestra manera de pensar, cambiar nuestra manera de actuar, mediante la gracia de Dios. Para ello es preciso demostrarle a Dios nuestra intensión y a cambio nos fortalece para el cambio a fin de que seamos sus testigos ante nuestros semejantes, como señal de parte de Dios. Jesús el único signo de vida y esperanza; Él es quien va delante de nosotros señalándonos el camino, dándonos la verdad y fortaleciendo nuestro existir para la vida eterna. Jesús es el verdadero signo, más que los demás, más que la serpiente de bronce de Moisés; (cf.Jn.3 14-15) Es Jesús astado en la cruz para que le miremos obedientes y nos salvemos por Él de la muerte eterna.



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