jueves, 6 de marzo de 2014

“Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor”

En la primera lectura el libro del Deuteronomio nos dice que todos tenemos al frente estas opciones: la vida y el bien o el mal y la muerte. De manera que es a nosotros a quienes nos corresponde decidir: Vivir con la divina presencia de Dios aceptando su Reino, o vivir sin la protección de quien es el poder y la autoridad. Vivir al servicio del maligno haciendo el mal o con la gracia de Dios para vivir con Dios y los hermanos una vida más espiritual y comunional. Pero no llegaremos a tomar la decisión acertada si no reflexionamos; uno de os peores males que padece la humanidad de hoy es la falta de pensamiento, de reflexión para saber y conocerse asimismo, para encontrar su verdadera identidad con la ayuda divina, para poder tomar las mejores decisiones. El hombre de hoy recibe los patrones de parte de los medios y de la sociedad, por los cuales debe regir su vida y Dios que es la verdad y la vida queda en un segundo plano y para cosas mínimas.

La cruz y los crucificados,” Jesús siendo Dios, quiso asumir la condición humana para nuestro rescate. "Así fue como se llevaron a Jesús. Cargando con su propia cruz, salió de la ciudad hacia el lugar llamado Calvario” (jn.1,17) subiendo hacia el “Golgota” Cristo toma su cruz y sube para ser exhibido para nuestra redención. Con autoridad suprema nos dice que tomemos la nuestra, este pequeño sacrificio nuestro unido al sacrificio mayor es el complemento para la conversión de los demás. Es necesaria la cruz para dar fruto, para cumplir la misión, este caminar en nuestra iglesia peregrina requiere de ayuda humana para obtener el poder divino. ¿Por qué tanto sufrimiento y dolor? Es misterio explicado en contra posesión de la vanagloria de la soberbia, de las ansias de poder y de poseer. Y en resumen es el camino del bien, de la vida, frente a la muerte y al mal. A la cruz no se llega directamente, es un hacer de día a día. ¿Hacer Que? La voluntad de Dios que quiere para nosotros la vida, nuestra salvación.

La Cuaresma que ya iniciamos, desde ya se nos invita a cargar con la cruz y seguir a Jesús. Por eso debemos mirar seriamente las implicaciones que esa cruz conlleva como lucha espiritual para nuestra vida; no podemos verla como un signo de maldición sino como un elemento que nos libera, enaltece y hace crecer, que nos configura con Cristo. Es la resistencia al mal, es la aceptación a la voluntad de Dios. Es la resistencia a pecar, a las propuestas que nos ofrece el mundo y los demonios, es la resistencia para no sentir ira, venganza, violencia, injusticia, apegos, acumulación sin compartir. Es la resistencia a permanecer con lealtad y en la confianza en Dios a pesar de que las cosas no sean de nuestro antojo. Jesús con su lógica del Reino nos demuestra cómo perder la vida para ganarla. Esto se entiende cuando no ofrecemos resistencias al proyecto de Dios.


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