lunes, 10 de marzo de 2014

Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.


Nuestro Señor Jesús, hoy nos habla sobre el fin del mundo, presenta su condición de Pastor, Rey y Juez. El día que Dios Padre quiera acabar con este mundo, «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.” Y seremos juzgados y seremos plenamente consientes de nuestro comportamiento en la tierra, porque Dios nos volverá a dar la ciencia infusa para comprender plenamente lo que hicimos y lo que dejamos de hacer, por nuestra desobediencia; veremos claro la intención con que actuamos, cuales fueron nuestros intereses y cuál fue el amor que dimos, la caridad y la justicia que ejercimos. Para muchos quizás suene este pasaje del Evangelio como una fabula, pero todos pasaremos por ese juicio, según nos lo dijo el Señor: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”

(Mat 24:35). Dice san Juan de la Cruz: «A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar a Dios como Dios quiere ser amado y deja tu propia condición». Y el Señor se hace solidario con todos nosotros y en especial con el más necesitados, por amor. Y asimismo nos dejo el mandamiento del amor, para que hagamos la obra para Dios en el próximo. La vida cristiana es exigente. Dios vive en comunidad con nosotros pero a El le debemos lealtad, amor y servicio. El Concilio Vaticano II en la Gaudium et spes, resaltando la caridad cristiana, que da sentido a la llamada asistencia social, dice: «En nuestra época, especialmente urge la obligación de hacernos prójimo de cualquier hombre que sea y de servirlos con afecto, ya se trate de un anciano abandonado por todos, o de un niño nacido de ilegítima unión que se ve expuesto a pagar sin razón el pecado que él no ha cometido, o del hambriento que apela a nuestra conciencia trayéndonos a la memoria las palabras del Señor: ‘Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’ (Mt 25,40)».


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