martes, 1 de octubre de 2013

Dios está con nosotros.


Todos, de alguna manera, tenemos chispas violentas, pero Dios conoce bien a sus hijos y nos da la gracia para poder convertirnos, la posibilidad de cambiar defectos por virtudes, para hacer el bien a los demás. A ejemplo de Santiago y Juan, nuestro Señor nos reprocha porque nos ama, y quiere que vivamos el mandamiento del amor.

También todos, de alguna manera, tenemos defectos distintos y entre ellos no practicamos las obras de misericordia. Primero reparamos a quien, luego actuamos a favor o en contra. Como nos cuesta “hacer el bien sin mirar a quien” sin mirar lo que hace, primero lo juzgamos. Cuanto nos cuesta ganar amigos para el reino. Cuantos nos cuesta desprendernos de algo para darlo al necesitado. Para nosotros es muy difícil, solo si sabemos ser obedientes a Dios y dóciles al Espíritu Santo lograremos superar los prejuicios y hacer la voluntad de Dios. Cuanto nos cuesta ser consecuentes con lo que rezamos en el “Padre Nuestro”

En contravía de nuestros pensamientos e intenciones hoy nuestro Señor Jesús quiere darnos una lección de vida, «No sabéis de que espíritu sois. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a perder a los hombres, sino a salvarlos.» de esta manera nos muestra tiernamente cómo cuidará y protegerá a su pueblo, como la gallina a sus polluelos. Si el Señor cuida el alma de los que le obedecen el Evangelio nos invita a obrar en consecuencia, a servir, a actuar por amor, y a ganar amigos para el reino de Dios.

“Cristo, que es "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn., 14,6), en quien los hombres encuentran la plenitud de la vida religiosa y en quien Dios reconcilió consigo todas las cosas (2Co 5,18s). Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen”.
“Si en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes, el Sagrado Concilio exhorta a todos a que, olvidando lo pasado, procuren y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad para todos los hombres”. (Concilio V-II)


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