lunes, 28 de octubre de 2013

Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles.


Nos dice el apóstol Pablo que, Cristo y el misterio de la Iglesia son íntimos, siendo Cristo la “Piedra angular”. Lo imagina como un edificio, un templo santo. Y los que lo habitan viven como «conciudadanos dentro del pueblo de Dios; sois familia de Dios» (v. 19), que por voluntad de Dios, constituyen el fundamento de la comunidad de los creyentes. Ya no como dos pueblos sino uno solo unido a Cristo, guiados por el Espíritu Santo.

Después de orar toda la noche, después de haber dialogado con el Padre, nuestro Señor Jesús “Escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles” los llamo por su nombre. En la sagrada Escritura, el nombre quiere expresar el papel de un ser humano en el universo, su misión, su porvenir. A este llamado uno se pregunta ¿Qué experimentarían los apóstoles al escuchar de labios del divino Maestro su nombre? Desde e punto de vista que, sus seguidores veían a Jesús como el futuro rey capaz de destronar el imperio romano. ¿Qué vinculo o connotaciones y que aspiraciones y responsabilidades especiales pudo haber en sus mentes, el hecho de ser llamados por el Mesías para ser apóstoles?

Pero los planes del Señor eran, son, muy diferentes; “quien entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos” (Mar 10:44-45). Bajo de la parte alta y se puso a servir a las gentes, enseñándoles, liberándolos, sanándolos y fundiendo en sus almas los dones del Espíritu Santo.

Aunque es difícil por el individualismo y tan bajo sentido de responsabilidad en que estamos cimentados, la enseñanza que nos deja hoy el Señor es que oremos para poder bajarnos del pedestal en que estamos y cumplamos la misión que nos ha encomendado desde nuestro Bautismo, servir a los que estén cercanos, a tener sentido de pertenencia, sentido de unidad, con ejemplo y exhortación a la conversión, al cambio de vida para que unidos a Cristo construyamos una sociedad mejor, capas de restablecer la dignidad humana y la amistad eterna con Dios, con la divina influencia del Espíritu Santo. Si decimos tener fe esta no puede excluir a los demás ni a los problemas que aquejan nuestro entorno, estamos llamados a proponer iniciativas y alternativas, y la principal es haciéndolo con Dios y ofrecido a Dios. “Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu


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