sábado, 26 de octubre de 2013

"Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor"


Nos dice San Pablo: “Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.”

Y el Evangelio que es la Palabra del Señor, nos dice que debemos dar un giro a nuestra vida, cambiando nuestro comportamiento y de la manera de pensar, es decir convertirnos de la manera vieja para que entregados a Jesús, podamos hacer la voluntad de Dios, que debemos dar fruto propio, dando ejemplo de vida y haciendo el apostolado. Pero también nos ha dicho hasta el cansancio que no podremos hacerlo por nuestras propias fuerzas, es con el poder de Dios manifestado en la persona del Espíritu Santo. Ya casi nadie habla de Él, ya es poco lo que se le pide a Él, siendo que es El quien sostiene el mundo y por derecho propio a la Iglesia Católica. El día que lo desechemos por completo, ese día vendrá el instrumento de la perdición a poner su trono en el templo de Dios. (cf.2 Tes.2, 3-10)

Los personajes del pasaje de hoy al parecer, esperan que Jesús condene esta matanza de sus compatriotas y la ofensa hecha a Dios; al fin y al cabo el pueblo comentaba del enviado de Dios que sería un rey poderoso; y por tanto se entusiasmaría por causas humanas. Pero Jesús les llama la atención sobre lo esencial; esos patriotas galileos eran hombres violentos, al igual que los romanos que los mataron y que los mismos judíos que lo rodean en ese momento. Y el Señor en cumplimiento de su misión los anima a la conversión.

Ahora bien, quienes son más culpables, los de antes, los del futuro, o nosotros. Quienes son los culpables los que viven según la carne o según el Espíritu. (cf.Rm.8, 5-17) Dios tiene paciencia; pero nos corresponde hacer lo que tenemos que hacer ahora, nuestra propia conversión de pensamiento, de palabra, de obra y sin omisiones; de esta manera podremos vivir el mandamiento del amor y dar frutos. Y este cambio de vida surgirá efectos solo con la ayuda divina, con la divina inspiración del Espíritu Santo, que es quien dirige nuestro existir, es quien ha venido como protector, hasta el día en que nosotros lo desechemos, hasta cuando ya no queramos ser templos vivos de Él. (Cf.Jn.16, 7)


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