jueves, 3 de octubre de 2013

“La cosecha es abundante; los trabajadores, pocos”


Empieza hoy el Señor diciéndonos: “La mies es abundante y los obreros pocos” son poco los obreros de buena calidad, como integrantes de la iglesia de Cristo nos hemos conformado con la mediocridad y el desinteres, por tanto el resultado no es el esperado. “Por sus frutos los conoceréis”. De todos modos Hoy Jesús nos envía a en misión apostólica – otorgada a quienes se nos ha conferido el sacerdocio bautismal. Todos estamos llamados a esta tarea y todos nos hemos de sentir responsables de ella. Cada uno desde su lugar y condición. «Eres Sacerdote, Profeta y Rey para la vida eterna». Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita del testimonio de los seguidores de Cristo. Dios quiere salvar al hombre y se vale de los suyos para satisfacer ese deseo por amor. Y hoy tiene a muchos que quieren responder a su envío y a su llamada. Lo que falta es más calidad espiritual, porque no es una misión mundana.

Hay trabajo para todos, es momento de cosecha y Dios ofrece la mejor paga. Aunque la misión contenga dificultades - “Como corderos en medio de lobos”- y la esperanza “El Reino de Dios está llegando a los corazones”; nos incita a ponernos en marcha puesto que el desconocimiento del Reino ha tomado dimensiones cada vez mayores en nuestro mundo globalizado, moderno y falto de perdón. Es momento urgente llevar la paz de Cristo a los demás, vivimos en medio de la desconfianza, de perdida de la esperanza y carentes de protección divina.

Esta misión tiene característica contrarias a nuestras culturas, el servicio con pobreza – dificultades – diligencia y un compartir, unos llevan el mensaje, otros ofrecen morada y pan. Requiere de parte nuestra ir desprovistos de todo lo que impida el objetivo principal, Dios quiere reinar en nuestro ser. De esta manera se hace una buena y digna representación de Cristo que sana, que libera, que da la paz que evoca todos los bienes, desde la bondad de Dios hasta la justicia entre los hombres.

Para el mensajero siempre habrá rechazo como persona y al mensaje que quiere trasmitir, pero no será la derrota, precisamente porque no es obra humana, todo lo debemos someter a Dios y a su divina voluntad y siendo obra divina Él sabrá como y a quien. Por tanto no caben pensamientos de pesimismo o desanimo. El mensaje ha de suscitar una libre adhesión, con amor, con intención intrínseca de conversión y salvación para cada alma; movidos por la fuerza sutil del Espíritu Santo que quiere hacer morada en cada quien. Corresponde a nosotros hacer lo mínimo con calidad, con la mejor intensión y Dios se encargara de lo demás.


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