martes, 15 de octubre de 2013

Los cielos cuentan la gloria de Dios.


Hoy nos dice san Pablo: “Yo no me avergüenzo del Evangelio, porque es el poder de Dios para la salvación de todos los que creen. … El justo vivirá por la fe.” Y el Señor en otra ocasión dijo: “Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre. Porque del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez” (Mc- 7, 20-23). Las sociedades revisten la hipocresía como legalismos, los cristianos vemos la letra de los preceptos sin cumplir el espíritu de ellos; por tanto nos impide abrirnos al amor de Dios y del prójimo, y, bajo la apariencia de honorabilidad, nos apartamos y guiamos a otros fuera de la verdadera fe y las virtudes se vuelven intolerables.

El Señor no perdía oportunidad para sembrar su doctrina, pareciera que estaba afanado por dejar muy en claro, enseñando y corrigiendo la manera como debe ser el comportamiento de unos con otros. Cambiar las culturas del pueblo judío para que dieran ejemplo de vida al resto de la humanidad, pero como sabemos, no hay mayor ciego que el que no quiere ver y peor sordo que el que no quiere oír. Bueno y para nosotros hoy día que será lo que nos impide ver y escuchar la voluntad de Dios? Quien se opone al plan salvífico, al reinado de Dios? Sin duda el materialismo que hace al hombre egoísta y pecaminoso. “Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros” cuanta dificultad para donarnos, así no sea regalando cosas materiales; más bien nos gastamos el tiempo en charlatanerías, en reproches, criticas o tramando el delito y el pecado, en vez de dar ejemplo de vida de fe, para crecer en valores.

Si no hacemos presencia de Dios en nuestro ser, estaremos tolerando la presencia del maligno, que es quien intuye al pecado, a todo lo contrario de la voluntad de Dios. Es el maligno quien se vale de los demás para llevarnos al relativismo, a la perdida de la confianza en Dios, luego viene la duda y aparecen las aparentes bondades del materialismo y este tiene como doctrina la nueva era inspirada por el demonio, la cual se quiere imponer; pero el hombre por ese medio no encontrara la verdad, la paz, ni la salvación.

Como cristianos nos corresponde afianzarnos en todo momento y circunstancia, en la vedad contenido de Dios, que nos libera y nos da la paz para alcanzar la meta feliz. Para ello nos cuesta ser obedientes por medio de la fe, vivir en rectitud de conciencia sin relativismos, a todo hay que llamarlo por su nombre, especialmente al pecado. “Bienaventurados los de corazón limpio, porque verán a Dios” (Mt.5, 8)


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