lunes, 27 de mayo de 2013

Vende lo que tienes y sígueme


Durante toda la vida hemos de arrepentirnos, porque toda la vida estamos pecando de pensamiento, palabra, obra u omisión. En materia grave o leve, con consentimiento o inconsciente. "El sacrificio grato a Dios es un espíritu contrito. Un corazón contrito y humillado, Dios mío, no lo desprecias". (Sal 51:19) – “Porque del corazón proceden los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias" (Mat 15:19) (…) Y Dios nos concede la conversión; el cambio por nuestras propias fuerzas es imposible, aún más difícil la fidelidad y si fallamos nuestra oración queda en vacío.Es por la gracia de Dios, “para Dios todo es posible” nosotros somos necesitados y frágiles. “¡Qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para quienes a Él se convierten!” leemos en la salmo. Al vivir en conversión permanente estamos aceptando que sea Dios quien reine, que sea el director de nuestra vida.

En el pasaje del Evangelio, encontramos que al Señor le reconocían como “Maestro bueno” y no como Dios. “El ave triste” como le llama san Josemaría E. La conducta de este, es aprovechada por el Señor para volver a exponer la doctrina sobre el uso de los bienes materiales y de paso le hace un juicio en vida, vio en éste el apego a lo material, vio que toda su esperanza como idolatra la tenía puesta en el dinero, quería sentirse justificado con el cumplimiento de la Ley. Su alma le gritaba en su interior deseos de salvación, pero este quería obtenerla poniendo en primer lugar el dinero, la fama, el poder; los pecados propuestos a Jesús en la tentación al inicio de su vida pública. - Pero se fue triste, no quería arrepentirse, por tanto no obtuvo la gracia para dejar sus seguridades y empezar la conversión.

Nuestro deseo de trascendencia debe estar primero que la importancia de lo material. La fórmula a simple vista de lectura, parece fácil, pero no somos capaces de reconocer nuestra culpa para entender que estamos infringiendo para hacernos un mal irreparable y que solo Dios puede remediar. Por eso dijo nuestro Señor Jesús: “Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios”. En la falta de contristar nuestro corazón recae el peso de nuestra soberbia. De todas maneras nuestra salvación viene de Dios, por eso nos sigue llamando, no se cansa de tocar el corazón de las personas y espera de nosotros el reconocimiento del mal que nos hacemos así mismos y un deseo de abandono de la manera de pensar, de la manera de actuar; y Dios no tarda en concedernos la alegría que brota del ser liberado y perdonado, y la gracia para vivir en concordancia de su divina voluntad, con lealtad radical.


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