jueves, 9 de mayo de 2013

Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría


El arribo de Pablo a Corinto fue en un estado muy diezmado, me parece verlo, de acuerdo como nos lo cuenta: «Me he presentado ante vosotros débil, y con temor y mucho temblor, y mi mensaje, y mi predicación, no se han basado en palabras persuasivas de sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu y del poder» (1 Co 2,3-4). Y tampoco en Corinto fue fácil para Pablo ante los judíos que acudían a la sinagoga. Además el ambiente moral no era favorable, puesto que esta ciudad tenía unas características especiales por ser cosmopolita y comercial, allí acudía gente de todas partes y de diversas culturas. Pero como vemos hubo muchas personas del común pagano que acogieron el Evangelio, El Espíritu Santo movía corazones conforme al querer de Cristo, “id a todos los pueblos”. los gentiles, que jamás habían oído hablar del Señor hasta que Pablo y los demás apóstoles les narraron su vida y sus profecías, estos confortados se llenaron de alegría y de fe; renunciaron a los ídolos y por medio de su conversión se adhirieron a Cristo al Dios ingénito.

La confusión entre los discípulos es eminente ante la afirmación de Jesús, aparentemente contradictoria, de no verlo y de volverlo a ver. Resucito y lo volvieron a ver, como prefiguración de los últimos tiempos o fin del mal. Para nosotros ya es entendible. Estuvo en medio de nosotros ocupando cuerpo carnal como nosotros, murió por nuestros pecados para rescatarnos de la esclavitud, resucito y está a la diestra del Padre, pero volverá revestido de poder y de justicia a retomar los planes iniciales de Dios. Lo volveremos a ver revestido de majestad y donde, luego, los pobladores de la tierra vivirán conforme a la divina voluntad de Dios. Porque ya el pecado no tiene asidero en los hijos de Dios. San Pablo nos dice: “Porque ahora vemos como en un espejo, borrosamente; entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de modo imperfecto, entonces conoceré como soy conocido. Ahora permanecen la fe, la esperanza, la caridad: las tres virtudes. Pero de ellas la más grande es la caridad” (1Co 13:12-13)

Mientras tanto, viviremos en medio de contradicciones, aciertos y desaciertos, de tristezas y medianas alegrías, solo con la presencia divina hallamos paz, mediante esa unión espiritual que nos permite ver a Jesús, a sentir la fortaleza y claridad que nos proporciona el Espíritu Santo, por tanto esta unión por gracia se convierte en motor para la acción con fe y por amor, causales de alegría para sus discípulos, donde se cumple la promesa del Señor: “vuestra tristeza se convertirá en alegría


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