miércoles, 15 de mayo de 2013

Que sean uno como nosotros


San Pablo en esta despedida emocionada quiere animar a la iglesia a permanecer y perseverar con lealtad a Dios y a su Palabra. Como buen servidor tiene la suficiente autoridad moral para la exhortación y la suficiente convicción en la obediencia a Dios; con su vida abnegada proclamo la Palabra sin escatimar esfuerzo, exhortando y reprendiendo sin perder la calma. Aprovechando toda oportunidad, insistiendo, sin acomodamientos personales sino con el ferviente anhelo por la conversión de los necesitados de Dios, que somos todos, y el cumplimiento de la misión encomendada. Quería con sus palabras y su ejemplo mostrar a quienes trabajen en esta gesta sean más humildes y leales.

Nuestro Señor quiere insistir en la unidad – unidad como don, comunión íntima, profunda, existencial, esa unidad de la misma naturaleza que la que él mantiene con el Padre. La que nos puede habilitar para la obediencia y la lealtad. Puesto que no es fácil el seguimiento, el actuar, el permanecer y el perseverar, por estar en medio de este mundo secularizado, egoísta, envidioso, mentiroso, falto de compromiso y por tanto alejado de Dios.

De la unidad que Dios quiere para nosotros, emana el gozo de sentirnos plenamente hijos de Dios, el gozo de sentirse salvado, el gozo de saber que se cuenta con la presencia del Espíritu Santo, quien nos inspira y habilita para amar, para no juzgar, para adorar y glorificar a Dios en espíritu y en verdad. Expresión de todo nuestro ser como ofrenda a Dios. En la verdad con claridad mental, con reconocimiento sincero, con intención pura como autenticidad de vida. Todo reflejara en los demás como espejo testigo de Cristo, condiciones que convencerán y muchos querrán imitar mediante una conversión sincera y decidida.

El Señor al pronunciar la palabra “mundo” se refiere a las culturas y el materialismo, en las que el hombre de todos los tiempos debe debatirse y defenderse. «Sed hombres y mujeres del mundo, pero no seáis hombres o mujeres mundanos» (S. Josemaría Escrivá, Camino 939). La aceptación a Dios y su palabra, el defendernos del mundo lleva incluso al odio, cuando alguien se rehúsa a seguir las corrientes del mundo es motivo de rechazo. Por eso nuestro Señor Jesús intercede ante el Padre por todos nosotros para que permanezcamos fieles y alcancemos la paz provisoria y la felicidad eterna. Dios nos ha hecho conocer la salvación y la gloria que espera a quienes creen en Él con fidelidad por ser el único camino (iglesia), verdad y vida.

Por lo tanto queda claro que el mundo es dirigido por el maligno, hace ver maravillas fungibles, como medio de distracción, capaces de alejarnos de Dios. Capaces de separarnos a unos de otros, capaces de volvernos individualistas, egoístas y jueces; capaces de hacernos sentir dioses sin Dios. Jesucristo quiere que su pueblo crezca y lleve a la perfección su comunión en la unidad, que todos los bautizados alcancemos la confesión de una sola fe, en la celebración común del culto divino y en la concordia fraterna de la familia de Dios. Como fruto de la unidad de la Iglesia será la fe de todos los hombres en Cristo y en su misión divina.


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