martes, 14 de mayo de 2013

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido


El episodio de la elección de San Matías revela la constitución de la Iglesia, como son el número de los Doce y el lugar que ocupa Pedro en la comunidad. Los doce que significa las doce tribus de Israel que en A/T. era el pueblo elegido y ahora después de Cristo el pueblo de Dios o sea su Iglesia. Matías es elegido antes de la venida del Espíritu Santo, en Pentecostés, acontecimiento que celebraremos en este próximo fin de semana a los cincuenta días de la resurrección del Señor. Con esta elección por infusión del Espíritu Santo, por lo cual queda conformado lo que llamamos el Colegio Apostólico. Y pedro es la figura principal en los acontecimientos de la Iglesia naciente. De Matías se dice muy poco en la sagrada Escritura, en algunos apuntes se dice que como apóstol llevo la Palabra a Etiopía y que por lo cual llego al martirio, probablemente en Colquidia de la hoy Georgia.

Hoy el Evangelio nos está recalcando la importancia del mandamiento del amor. Del auténtico amor, en primer lugar a Dios y luego a nuestros semejantes. La exigencia de la Ley de Dios no es ya el temor, sino el amor: es la respuesta a Dios que nos ha amado primero, y nos ha mostrado su amor en la cruz de Jesús. Que no es de un sentido comparativo sino que da una idea de causa, el Hijo ama a sus discípulos con el mismo amor divino que el Padre le tiene y que se expresa en obediencia y amor. De la misma manera brotara la alegría de sus discípulos al permanecer la presencia de Dios en ellos, mientras permanezcan y perseveren en su misión para dar frutos.

Allí encontramos unos requisitos indispensables, la lealtad; no como un acto humano sino como don de la virtud de la lealtad. Y el conocimiento de Dios, inspirado por el Espíritu Santo, es por El que podemos reconocer a Jesús como Dios. Y Jesús es el Verbo divino, del cual debemos recibir capacitación y entendimiento. “Ella es para los hombres un tesoro inagotable; los que lo alcanzan consiguen la amistad de Dios, pues les recomienda el don de su enseñanza” (Sab 7:14).

Requisitos indispensables para que el Señor nos denomine sus amigos. Para que Dios nos conceda en nombre de Cristo lo que pedimos y Dios nos lo concede conforme a nuestra lealtad, nuestra obediencia a su palabra y el cumplimiento del amor y la obra. Pero en todo caso, Dios sabe lo que necesitamos y lo que nos conviene. “¿Qué padre de entre vosotros, si un hijo suyo le pide un pez, en lugar de un pez le da una serpiente?” (Luc 11:11)


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