En la primera
lectura al reflexionar, ¿Que podremos ofrecer a Dios que compense todo lo que Él nos ha dado? Aparte
de todo lo que es necesario para nuestra existencia, nos la sostiene; no dio a su único Hijo divino, para que por medio de su sacrificio cruento, nos rescatara de la
muerte eterna. Que podemos pedir a cambio de nuestras miserias, mezquindades y
soberbia. La lectura nos da una pequeña síntesis de lo que agrada a Dios, y lo que no le agrada:
Cumplir la Ley por amor, ser agradecidos con Dios. Apartarnos del mal y de la
injusticia y no presentarnos con las manos vacías. Si supiéramos agradar a Dios
esa ofrenda seria como perfume para Dios, la cual Él no olvidaría, porque
conoce muy bien nuestra intensión; pues no será posible sobornarlo con la
mediocridad material, sino en espíritu y en verdad. Lo recibirá o lo rechazara
de quien sea Dios no hace distinciones entre las personas.
Desde ya podemos obtener por
gracia obtener macro-ganancias. Nuestro Señor Jesús expresa la
parte buena y positiva de la entrega, el deponer a un segundo plano todo por
seguir los pasos del Señor y su Evangelio. Recibe la esperanza de la vida, así
como la experiencia de la verdad de la Escritura. “La esperanza no engaña, porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5). El
discípulo al ser y darse cuenta que es hijo de Dios, hermano de sus hermanos,
reconocer que todo es de Dios y que por Dios lo podemos disfrutar; empieza a
recibir en forma múltiple lo que ha depuesto, pero lo mejor, con gozo, sin
preocupaciones, en paz. También puso el Señor de por medio las dificultades,
pero estas serán superadas por gracia y el poder de Dios, “llamaron a los apóstoles, los azotaron, les
ordenaron no hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Ellos salían gozosos
de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de ser ultrajados a
causa del Nombre” (Hch. 5,40-41)
El discípulo se siente lleno al
dejar los afanes y los apegos. Siente fortalecido al dejar las seguridades
terrenas. Se siente libre y sabio, cuando se abandona a la gracia y a la acción
del Espíritu Santo. Los discípulos y cristianos de nuestra Iglesia incipiente, aunque
sufrieron persecuciones hasta el martirio experimentaron que los lazos que los
unían eran más profundos que los lazos familiares. Encontraron más casas, más
atenciones, más niños, jóvenes y adultos contados en esa gran familia. Pedro se
interroga ¿qué sacaremos de esto? Y la promesa del Señor es cien por uno. A
nosotros parece que nos cuesta arrancar, seguimos pensando que la seguridad
para nuestra vida está solo en lo material. Que el discipulado es para otros;
queremos la salvación y hasta ponemos la mano en el arado pero sin dejar de
mirar atrás. Jesús quiere ser nuestro mejor amigo. Para el católico no basta con
solo ir a misa. Para ser, se necesita la obediencia con humildad.
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