sábado, 4 de mayo de 2013

Reconozcan que el Señor es Dios


El ritmo y la dirección evangelizadora son impuestas por el Espíritu Santo, mediante nuestra docilidad y fidelidad a Él. No somos nosotros, aunque parezca formas simples o ingenuas; sin embargo es Dios quien conoce el interior de cada persona. Por tanto Dios puede dirigirse a una persona, a un grupo o al mundo entero y manifestarle su voluntad. Lo que corresponde a nosotros es poner nuestra voluntad al Servicio, vida sacramental, actos penitenciales para ser obedientes y para dejarnos guiar por el Espíritu Santo. No es obra de hombres la conversión de almas, es obra divina y nosotros apenas podemos ser intercesores.

Reconozcan que el Señor es Dios: Él nos hizo y a El pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño” --"Y vosotros ¿Quién decís que soy Yo?" - ¿Cual es el conocimiento que tenemos de Dios?Y Nuestro Señor Jesús nos está diciendo que si el mundo nos odia es porque el mundo no conoce al Padre y que si fuéramos del mundo, el mundo nos amaría. Dicho de otra manera si fuésemos hijos del maligno seriamos herederos del engaño de la mentira y del mundo. Pero falta el reconocimiento para sentirnos hijos de Dios, como en efecto lo es; somos pues, de la de la luz, de la verdad y con razón el mundo (personas y culturas de vida en pecado), nos pueden odiar debido a la soberbia impuesta por el maligno.

Somos hijos de Dios, nos lo ha demostrado de una manera sobrenatural, tanto amo Dios a sus criaturas que envió a su Unigénito para que con su sacrificio no rescatara de la esclavitud del pecado, para devolvemos su amistad que nosotros habíamos perdido por voluntad. Éramos del mundo, actuábamos conforme a sus razonamientos de maldad, destrucción y muerte; pero ahora hemos sido salvados gracias a Aquel que por nosotros murió y resucitó.

Y el mundo arrastra a otros al pecado, a la muerte, valiéndose del engaño de la mentira. Utilizando los medios que más convenga, cegando ojos, tapando oídos y poniendo como relevante lo material el goce pasajero, el capricho y la idolatría.

A partir de estas premisas es deber nuestro difundir la doctrina en forma verbal y con actitud para que otros crean y se salven; para que se dejen amar por Dios nuestro creador, para reconciliarnos todos con su amistad eterna. Es el gran deseo de nuestro Dios. “Si han guardado mi doctrina, también guardarán la vuestra”. Tan poco la doctrina es para complacer los caprichos del mundo, es por la salvación y la salvación tiene un precio. Se trata de la vida eterna, no es un azar, no se lo debemos a otros y en cambio otros si nos pueden llevar a la perdición, arguyendo actualidad y modernismo.

Esta acción de obediencia a Dios nos puede causar persecución y contrariedades; pero estamos advertidos por nuestro Señor Jesús: “Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán”. También podemos adoptar una postura de espectadores, incluso como piadosos, participativos en actos litúrgicos y creer estar cumpliendo; pero sin pasar de una actitud ordinaria, sin trascendencia y cargando falencias ante la voluntad de Dios y desperdiciando nuestras virtudes y dones concedidas para nuestro bien y el de nuestros semejantes.


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