viernes, 17 de mayo de 2013

Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.


Pedro más que los demás apóstoles sufrió varias pesadumbres, el Evangelio nos los muestra con unas características especiales, por tal el Señor le delega la dirección de su iglesia por siempre, aunque tenga que pasar por tribulaciones siempre estará ahí al frente. Y el Señor le quiere hacer entender que en base al amor, aparecerá la virtud para promulgar la doctrina, la dirección y la administración de su Iglesia le fortalecerán para ir a la Cruz. Como prefiguración de lo que le acontecerá en el futuro a su Iglesia, pero con todo el sufrimiento prevalecerá, porque será la base de los tiempos nuevos y definitivos.

Nuestro Señor Jesús sabe de nuestra flaqueza y fogosidades, él quiere que nuestra voluntad en su seguimiento sea una decisión radical, no sea que al día siguiente olvidemos y nos desviemos por caminos que nos lleven a la oscuridad, a la irrealidad, por engaño. Nuestra lucha espiritual no es fácil, no es fácil de entender, no es fácil de reconocer y no es fácil de salir airosos. “Pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará”. (Mat 24:13) Sabe bien Dios que el astuto se arrastra sigilosamente como fiera en búsqueda de presa para devorar. Pero como tampoco es visible, no lo entendemos; el “inicuo” querrá hacer de las suyas hasta el día en que: “el Señor "exterminará con el soplo de su boca" y destruirá con su venida majestuosa. Aquél, por la acción de Satanás, vendrá con todo poder, y con falsas señales y prodigios, y con todo género de engaños malvados, dirigidos a los que se pierden, puesto que no aceptaron el amor de la verdad para salvarse” (2Ts 2:8-10)

El Señor quiere que seamos radicales en el mandamiento del amor, “amémonos unos a otros, porque el amor procede de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama no ha llegado a conocer a Dios, porque Dios es amor. (1Jn 4:7-8). Como miembros de su Iglesia debemos contribuir en la recuperación de las ovejas perdidas, en su cuidado, su formación, su edificación espiritual y acompañamiento. Si amamos a Dios, él nos capacitará para obrar por amor. La interpelación de Jesús a Pedro ocurre "después de comer". Como el mandamiento del amor nos fue dado después de comer y es después de compartir la mesa con Jesús que nos comprometemos a escucharlo, a seguirlo y cumplir su voluntad. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros” (Jn. 13:35)


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