sábado, 6 de abril de 2013

Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia


Quienes por ignorancia o por soberbia prefieren tener sus oídos cerrados y su corazón hecho piedra por más que sean humedecidos por el agua por dentro estarán secos desérticos. Por más que oigan no entenderán, por más que miren no verán; y su torpeza les lleva a estados de la sinrazón – será muy difícil su conversión y el sufrimiento y el dolor lo toman como un castigo no como un acto ofrecido y unido a la pasión del Señor, un acto corredentor.

De tal manera que hay mucho por hacer, mucho que ayudar y muchos que obedecer al Señor, mucha conversión para cambiar la manera de vivir y mucho testimonio que dar. A pesar de los rechazos, de los malos entendidos, mucha tolerancia porque cada quien quiere pensar y hacer lo que le parece de acuerdo a sus caprichos. Nadie podrá silenciar la voz de Dios, aunque se haga realidad en tan solo unos pocos; de allí saldrán los verdaderos hijos de Abraham.

“ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron”. Para nosotros es algo semejante, nos cuesta reconocer a Dios, a causa del pecado nos privamos de poder reconocer y ver a Dios, como lo podemos analizar en Gn.3: “El Señor Dios llamó al hombre y le dijo. -¿Dónde estás? Éste contestó. -Oí tu voz en el jardín y tuve miedo porque estaba desnudo; por eso me oculté. Dios le preguntó. -¿Quién te ha indicado que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que te prohibí comer?”.

Ante el final de la presencia temporal de Jesús en la tierra se nos habla de quienes dudaron o no creyeron en el testimonio de quienes vieron al Señor resucitado de entre los muertos. Por ello se ganan su reprimenda. Quien quiera seguir los pasos del Señor quien nos conducirá a la vida, porque no es por nuestras fuerzas como podemos salvarnos, es una persona y la certeza que nos inspira: “Yo estoy con vosotros hasta el final.” Por lo cual conlleva una responsabilidad de dar testimonio con fe viva. Reconciliados con Dios, debemos ser sus testigos del amor que recibimos, de la paz donada, que nos llena de esperanza y nos impulsa a vivir cumpliendo la voluntad de Dios.

Con la acción del Espíritu Santo, por don recibido en el bautismo, hemos de ser personas de fe y valientes por amor en medio de un mundo que tanto necesita de Dios. Hemos de irradiar la Luz de Cristo en medio de la oscuridad en que vive la humanidad hoy día, la cual ha dejado de lado los valores, las virtudes y ha perdido el horizonte de la trascendencia.


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