martes, 2 de abril de 2013

La misericordia del Señor llena la tierra


Pedro por haber creído, por haber obedecido y por su fe supo que Dios ha constituido Señor y Mesías a Jesús de Nazaret. Afirma esta realidad y nos la hace saber con toda certeza. Él ha sido testigo de la glorificación de Jesús a través de su resurrección y exaltación a la diestra del Padre Dios; Él sabe que Jesús es el Hijo amado en quien el Padre se complace. Muchos le rechazaron persiguieron y asesinaron. Pero los culpables no solo son los que registra la historia, también somos los reacios y sin obediencia a Dios. A pesar de todo el peso que recae en nuestros hombros, no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Mediante una conversión verdadera, un arrepentimiento y un cambio de vida, para hacer la divina voluntad de Dios. A nosotros corresponde aceptar, con gran fe, esa Vida que Dios nos ofrece. Entonces podremos construir realmente un mundo que se desarrolle en la civilización del amor, convirtiéndola en un signo verdadero del Reino de Dios entre nosotros.

María Magdalena, viene a demostrar la mentira sobre el robo del cadáver, difundida por los soldados silenciados por el soborno de los Sumos sacerdotes para que no dijesen la verdad acerca de la resurrección de Jesús. Ella como discípula comprometida contempla a Jesús, aunque no lo reconoce por estar en cuerpo glorificado. Ya no es solo el Maestro que por costumbre veían sino que se hace visible por su entrega por nosotros como el Señor de todo lo creado. María reconoce a Jesús cuando éste la llama por su nombre. De tal manera que se hace realidad la imagen del Buen Pastor, cuando dijo: “Yo las conozco, las llamo por su nombre, ellas me conocen y escuchan mi voz”.

Nosotros hoy día tampoco vemos a Jesús Eucaristía, sin embargo el dueño y creador de todo, quiso quedarse allí en las especies del pan y del vino, está realmente su cuerpo su sangre y su divinidad, pero que solo lo reconocemos por medio de su Palabra y nuestra fe. Nuestro Dios está presente y al alcance de todos, pero que por falta de fe, no lo queremos reconocer verdaderamente, quizás llegamos a un formalismo pero que dista de un verdadero sentimiento para quien nos hace tanto bien dándonos la vida y que hace llevadero el peso de nuestra cruz a la cual nadie puede escapar.

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