viernes, 26 de abril de 2013

Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero


La muerte de Jesús no acontece como un fracaso sino un feliz regreso a su gloria después del deber cumplido; va a ser el tránsito hacia el Padre, con quien es uno por ser Dios. Por lo tanto nos abre el camino y nos revela la persona del Padre y anuncia la ocupación en la preparación de una morada en los cielos a cuantos han creído en Él y le han sido fieles. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”; “nadie va al Padre si no es a través de mí”. Jesús es, por tanto, Camino para llegar al Padre. -comenta San Agustín- es «como si estuviera diciendo: ¿Por dónde quieres ir? Yo soy el Camino. ¿Adónde quieres ir? Yo soy la Verdad. ¿Dónde quieres permanecer? Yo soy la Vida» (Serm. 142,1).

Podemos comprender cuál es la verdad revelada por nuestro Señor Jesús, y la vida eterna que nos puede donar. Pero la práctica, el camino, el ir tras las huellas de Jesús, como la única opción, como el ultimo anhelo, como lo principal y que ya no hay otra cosa que tenga sentido, es lo que muchos no alcanzamos a comprender ni seguir. Esa manera de vivir con Jesús vivo, presente pero invisible es la locura que nos presenta san Pablo.

Es más fácil creerle al mundo porque vemos en el algún tipo de seguridad relativa. Mientras que el caminar con Cristo le vemos como una aventura salida de actualidad. Ahora bien, no se trata de pensar que la responsabilidad recaiga sobre las cosas materiales que Dios, también nos permite para nuestro vivir; la falta está en que sean tenidas como lo principal, cuando son dones y por tanto quien lo otorga es principal y nos olvidamos de Él. La responsabilidad recae en la administración, en el uso que se haga de los bienes temporales.

Únete a Cristo, porque Él en persona es la verdad a la cual deseamos llegar: “Es la verdad que mi boca medita” (Pr 8,7). Si buscas dónde permanecer, únete a Cristo porque él en persona es la vida: “El que me encuentre encontrará la vida” (Pr 8,35). (Sto. Tomas de Aquino). Es Cristo quien puede proporcionarnos calma, serenidad y confianza para la trascendencia, lo que traduce su paz que fluye en nuestro corazón agitado por el activismo estéril.


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