viernes, 5 de abril de 2013

Simón Pedro... trajo a la orilla la red llena de peces grandes


No somos nosotros, es Dios quien hace su obra por medio nuestro. Nosotros seremos apenas sus siervos inútiles. Si realmente amamos al Señor y vivimos nuestro compromiso con su Evangelio, no dejaremos de proclamarlo aun cuando se presente dificultades incluso amenazantes. El Evangelio no puede ser un negocio, es los deseos sinceros por la salvación de las almas lo que nos debe mover mediante la gracia.

Cristo nos envió a Evangelizar, de tal manera que el Evangelio no puede ni se debe proclamar con palabras timoratas ni con ambigüedades o con acomodamientos para dar la razón a quien no la tiene. Jesucristo ha venido como Aquel por quien uno toma una postura como proyecto de viada para actuar conforme a sus enseñanzas y designios, no para tenerlo como consuelo, ni mucho menos como cómplice de nuestros criterios o caprichos. Dios ha visitado y redimido a su pueblo; que Él se convierta para nosotros en luz que ilumine nuestros pasos por el camino de la salvación. Que nos ayude asiendo llevadero el peso de nuestra cruz hasta llegar a la tierra prometida.

La Misión Evangelizadora no corresponde sólo a los Apóstoles, sino a toda la Iglesia. En el Evangelio de este día se nos habla de que quienes están en la barca pescando no son sólo los apóstoles, sino también otros y eso quiere decir todos sus discípulos. La Iglesia, toda la Iglesia, todos sus miembros, han nacido por medio del bautismo para Evangelizar. Y no podemos pensar que cumplimos con el mandato del Señor con la asistencia a actos rituales pero sin llevarle nada como presente al Señor.

La fuerza del Evangelio y su eficacia radican en el mismo Cristo que nos habla; no son los medios que utilizamos, es el Señor, a cuyo servicio ponemos los medios para que la persona de hoy pueda encontrarse con el Señor y escuchar su Palabra y darle un nuevo rumbo a su vida. Es la acción del Espíritu Santo mediante nuestra intercesión y es la decisión de cada quien para llevar a cabo una conversión verdadera y el mantener permanentemente hasta la eternidad la amistad con Dios. La fidelidad a su Palabra, escuchada y puesta en práctica por nosotros; es el inicio de esta misión, trabajo ordenado por quien todo lo puede, quien es dueño de todo y de todos y quien es el único que nos da la vida.


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