martes, 23 de abril de 2013

Alabad al Señor, todas las naciones


Los hechos de los Apóstoles, se le se le atribuye la labor del Espíritu Santo, que encamino a los primeros discípulos para conforma la primera y única iglesia universal, extendida a todos los pueblos como había ordenado el Señor, acción que hasta hoy nadie ha podido apagar. Que hasta hoy estamos en construcción, en medio de errores, desaciertos, dificultades, de críticas e incomprensiones; pero que camina sin acabar, porque no es obra de hombres. La Iglesia anhela complacer obedientemente al Señor, es obra de Dios que lucha contra el maligno, el que nos causa la muerte. Así es el caminar de nuestra Iglesia recibiendo la divina inspiración del Espíritu Santo. Sin olvidar que todos somos la Iglesia de Cristo, tenemos la gran responsabilidad de dejarnos seducir, conducir y hacer la obra apostólica como buenos discípulos, no por nuestras fuerzas sino por la gracia; sabidos que es el Espíritu Santo quien puede penetrar en los corazones para encender el fuego del amor de Dios.

En contraste con el significado que esa fiesta tenía para los judíos, Jesús se da como el Mesías que instaura un nuevo orden salvífico centrado en la gracia, superior al que existía entre los israelitas centrado en la Ley (cfr 1,17). Ante las dudas de si Jesús es el Mesías, Juan resalta la unidad de Jesús y el Padre. Se reafirma que Jesús ha sido enviado por el Padre. Estamos ante la centralidad de la fe en Él. Quienes se resistan a reconocer que Jesús realiza sus obras de parte de su Padre no podrán creer. Nosotros pertenecemos al Padre Dios; pero el pecado, por desgracia, nos alejó de Él. Pero por que nos ama tanto nos entregó en las manos de Nuestro Señor Jesús quien ha pagado un alto precio por nosotros para poder devolvernos la eterna amistad con el Padre, pues estábamos muertos en manos del astuto y nuestro Señor con su sacrificio y su alimento nos devuelve la vida. Cosa que nadie más puede hacer. Cosa que solo se obtiene por medio de Él. Jesús da su gracia a todos, pero algunos ponen obstáculos de soberbia y no quieren abrirse a la fe. Se resisten a la conversión que es cosa de dar un cambio de pensamiento cambio en el uso de todo lo creado, empezando por nuestro ser. Dios lo ve todo y no podemos olvidar que Dios es amor pero también es Juez que perdona. Es la Luz del mundo que devuelve la vista al ciego de nacimiento, pero que condena, en cambio, a los que no quieren ver (cap. 9). Él es la Puerta por la que se entra a la Vida Eterna y el Buen Pastor que da su vida por todos los hombres (10,1-21).

“Yo y el Padre somos uno” Jesús revela los misterios de la Santísima Trinidad. Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad – Padre – hijo – Espíritu Santo. Unidos en el mar del amor, sin división, en una misma divinidad y majestuosidad eterna. No son tres dioses, sino un mismo Dios...


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