viernes, 19 de abril de 2013

El Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre.


Pablo, de perseguidor del “camino” como se le llamaba a los cristianos antes que los seguidores de Antioquía por primera vez, los denominasen cristianos. Se convierte en testigo de la salvación que Dios ofrece a todos en Cristo Jesús, el cual se ha querido identificar con quienes crean en Él. Dios sabe, conoce el interior de cada persona y los elige a los para llevar a cabo su obra salvífica. Por eso todos merecen nuestro cariño y respeto. No podemos pensar que servimos a Dios cuando perseguimos, destruimos u odiamos a nuestro prójimo; más bien seríamos reos del mismo reclamo que Jesús hizo a Pablo: ¿Por qué me persigues? 

Dios siempre es abierto a todo el que quiera su amistad, jamás cierra su corazón amor que se hace extensivo de manera personal a todas sus criaturas. Hemos visto cantidad de personas desviadas en la práctica de alguna forma de pecado, pero si este pecador se arrepiente y cambia no estará excluido del amor de Dios. Nuestra infidelidad será perdonada, pero Dios siempre permanecerá fiel y su amor se prolongará de generación en generación para todos, en espera d nuestra conversión, para darnos la vida.

La razón de la encarnación del Hijo de Dios es la participación a nosotros de la vida de Dios. Su sacrificio siendo Dios se hace poder contra la muerte. Pero esto no podrá llevarse a efecto sino en la aceptación, mediante la fe en el Enviado del Padre, y en hacerlo nuestro alimento mediante la participación en la Eucaristía, Pan de vida eterna. Jesús hace la parte principal la secundaria corresponde a nosotros, querer salvarnos mediante la aceptación de Cristo con decisión. Su mensaje de Hoy nos hace ver la profundidad del misterio sacrificial y eucarístico. -¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Es la pregunta que denuncia la mentalidad incrédula de los que no se permiten ser templos, ni se dejan regenerar por el Espíritu Santo, quien es el que da la gracia para una verdadera adhesión a nuestro Señor Salvador. El que abre su ser a Dios recibe como don la vida en Cristo, resurrección e inmortalidad.

Por intercesión de nuestra Madre celestial pidamos de Dios la gracia de que su Hijo Jesucristo, Pan de Vida eterna, sea realmente para nosotros el Camino, la Verdad y la Vida. Y que además, nos conceda los dones necesarios para cargar nuestra cruz da cada día y poder hacer todas las cosas de acuerdo a su santa voluntad.


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