lunes, 29 de abril de 2013

Os predicamos que os convirtáis de estas cosas falsas al Dios vivo.


El anuncio, el decir que Jesús está vivo y activo en medio de nosotros, no es por nuestra fuerza, capacidades ni por iniciativa propia, sino por la unión con Cristo. No es para nuestra vana gloria, únicamente somos intercesores entre Dios y los demás. Otra cosa es hacerlo de modo vivaz, inteligente, sin equívocos y para ello es indispensable la preparación, el estudio, la oración, la vida sacramental, el ayuno, la humildad, el amor, el deseo sincero por la salvación de las almas, en fin la obediencia a Cristo y la sumisión al Espíritu Santo. Al hacerlo bien, estamos poniendo nuestro granito de arena para que el Padre sea glorificado por el Hijo y por el Espíritu Santo.

Debemos estar prevenidos porque el maligno puede poner ante nosotros cosas aparentemente buenas para levantar nuestro ego, como vemos en el pasaje de los Hechos que leemos hoy – para citar otro caso contra Pablo en Filipos, una joven poseída – “gritaba: -¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y os anuncian el camino de la salvación!” Hch.16,17) - Tenemos que ser consecuentes al decir, “somos siervos inútiles; sólo hicimos lo que teníamos que hacer”.

Hoy el Evangelio debe levantar con fuerza su Voz para decirle a los idolatras que no se fijen tanto en lo que les proporciona aparentes comodidades, en lo hecho por los hombres. Que no se fijen solo en los dones, sino en el Dios de los dones. Para que no se sometan al abandono, para que no se priven de su gracia y de su paz. Que Dios no nos abandona, los ingratos somos sus criaturas. Dios se hace el encontradizo como nos lo dice: «Me dejé encontrar por quienes no preguntaban, me hallaron los que no me buscaban. Dije. «¡Aquí estoy, aquí estoy!», a una nación que no invocaba mi Nombre. Extendía mis manos todo el día a un pueblo rebelde, que anda por un camino que no es bueno en pos de sus antojos,(Is.65, 1-2)

En Cristo hemos conocido a Dios y la plenitud del amor que nos tiene. Por tanto nuestra correspondencia debe empezar por ser fieles a su Palabra escuchándolo y obedeciéndole. Dios paga nuestra fidelidad en espíritu y en verdad, con su inhabitación divina. Él quiere hacer su morada en cada uno de nosotros. ¿Si nos preparamos para este acontecimiento que llenara todo cuanto podemos anhelar?, que el Espíritu Santo nos lo conceda.

El Espíritu Santo acompaña a la Iglesia hasta el fin de los tiempos, que es el fin del mal, donde se acabara el principado del astuto engañador y mentiroso. Donde acontecerá la nueva manifestación del Hijo nuestro Señor, con poder y justicia. De allí Dios retomara su plan divino inicial, donde habrá un “cielo nuevo y una tierra nueva”, mientras tanto los hijos de Dios hemos de vivir el mandamiento del amor con fidelidad, que nos habilita para vivir la voluntad de Dios. Conscientes que es el Espíritu Dios quien, desde nosotros, sigue dando testimonio de nuestro Señor Redentor, y continúa llevando a término la obra de Salvación y la construcción del Reino de Dios en los hombres.


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