jueves, 11 de abril de 2013

El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano.


Hemos visto a personas que dan testimonio con su vida del Señor, sin haber vivido de la Palabra ni haberla estudiado porque son personas que creen y son dóciles la doctrina; y que difícil para otros dar testimonio y ser obedientes a los mandatos de Dios. Hablan de Dios y no dan testimonio de Él. Que fácil obedecer a personas y con mayor facilidad obedecer a nuestro cuerpo concupiscente y relativizar lo de Dios. Otros tantos se han alejado de su misión y han perdido el horizonte de la vida cristiana por que encontraron un pretexto, una dificultad, una prueba pequeña, porque se dejaron consumir por la soberbia. “Pedro y los apóstoles respondieron: -Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”.

Nosotros como familia universal debemos hablar de lo que hemos visto y sabido de Dios, de lo que se nos ha comunicado, a imitación de Cristo que hablo de la eternidad porque la había visto y vivido; Jesús habla del cielo y los hombres hablamos de lo de la tierra. También es cierto que si no vivimos en comunión con Dios quien nos ilumina nuestro entendimiento, no seremos capaces de comprender, de oír y de ver. Vivamos con la mirada en Cristo en quien el Padre Dios puso todo en sus manos, no tenemos otro nombre en el cual podamos salvarnos; rechazar a Jesús, por tanto, es haber perdido la Vida.

“Si hubiese alguno para quien callase el tumulto de la carne; y callasen los fantasmas de la tierra y de las aguas y del aire; y callase el cielo, y hasta su propia alma callase y saliese fuera de sí, no pensando en sí; y callasen los sueños y las imaginarias revelaciones; y callase toda lengua y todo signo y todo cuanto nace para desaparecer; si hubiese alguno para quien todo esto callase --porque para quien tiene oídos, todas estas cosas dicen “no nos hicimos nosotros, sino que nos hizo El, que permanece para siempre.” (cf Sal 99,3-5) Y si dicho esto todas las cosas enmudeciesen porque elevaron su oído hacia Aquel que las creó. Y si luego hablase El solo, no por ellas, sino por Sí mismo, para que oyésemos su palabra, no ya por lengua de carne, ni por voz de ángel, ni por tronido de nube (Ex 19,16) ni por enigma de parábola, sino directamente a El mismo, a quien amamos en estas cosas...a El mismo, a quien sin estas cosas oímos, a la manera que ahora extendemos las alas de nuestro pensamiento y en su vuelo nos elevamos hasta tocar la sabiduría eterna...Por ventura, todo este cúmulo de cosas, ¿no es realización de aquellas palabras evangélicas que dicen: “Entra en el gozo de tu Señor.” (Mt 25,21) (san Agustin)

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