jueves, 18 de abril de 2013

Atraidos por el Padre - El que coma de este Pan no morirá


Nos encontramos con alguien que no era judío, sin embargo, formaba parte de la comunidad judía en calidad de «prosélito». Un etíope; y por consiguiente llevará lejos el Evangelio. Es un personaje influyente y cuenta con la posibilidad de disponer de un costoso rollo manuscrito de la Biblia. Vemos un claro ejemplo que Dios dispone todas las cosas, valiéndose de humanos para salvar al hombre mediante la agracia y la acción del Espíritu Santo. Pero es indispensable que tomemos en serio la preparación para dejar de lado la ignorancia espiritual, para cambiar y contagiar al mundo que nos rodea.

La fragmentación de texto tiene la finalidad de que nos fijemos bien en cada uno de los versículos del Evangelio de san Juan, debido a la importancia que tiene para poder comprenderlo y la primacía para nuestra vida espiritual. Encontramos la centralidad en el Padre “Papá, papito”. Cómo quería Jesús que conociéramos a su Padre, que supiéramos que al seguirlo a Él estamos siendo atraídos por el Padre. Desde la antigüedad se testimoniaba que “todos serán discípulos de Dios”. El discípulo escucha la voz del Señor, se congrega en torno a Él, aprende mediante la luz transformadora del Espíritu Santo, quien fortalece su espíritu para obrar en espíritu y en verdad, con decisión obediente la obra de acuerdo a la voluntad de Dios.

Para aquellos y también para nosotros hoy día es difícil entender pero más difícil practicar las revelaciones que nos Hace el Señor sobre su misterio, —“Yo soy el pan de vida” - «Yo he bajado del cielo»— quizá al ver las especies del pan y el vino convertidos por obra de Dios, con mediación del consagrado por imposición de manos desde los apóstoles, se hace alimento vital para nuestra vida y que nosotros podemos dudar y sobre todo no asumirlo con la debida disposición como lo merece nuestro Creador, nuestro Salvador, nuestro santificador.

Sólo el hombre que vive en comunión con Jesús se realiza y se abre a una vida trascendente total, verdadera y feliz. Sólo «quien come» de Jesús-pan, no muere. Jesús, pan de vida, dará la fortaleza para este trasegar de nuestra vida terrea y la inmortalidad a quien se alimenta de él, a quien, por la fe, interioriza su Palabra y asimila su vida. Por sobre todo es obra divina, misteriosa, poderosa, maravillosa; imposible ver con nuestros ojos corporales debido a nuestra concupiscencia que tenemos encarnada. Si meditamos nos damos cuenta que es necesario avivar la hoguera de nuestra fe. San Agustín nos dice: “Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé. Gusté de ti, y siento hambre y sed de ti


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