miércoles, 10 de abril de 2013

Los hombres que ustedes arrestaron están en el Templo y enseñan al pueblo


A pesar de las dificultades y entorpecimientos que se puedan presentar es nuestro deber, por ser mandato del Señor, proclamar la Buena Nueva, lo necesario para la vida; debemos actuar con fidelidad a Dios, el confía en nosotros para que pongamos nuestro granito de arena, o sea la intercesión, pero quien hace la obra es Dios, es el Espíritu Santo quien puede penetrar en el interior del hombre para llevarle la luz que necesita.

Dios nos confía la misión, no podemos esperar para mañana. Anunciar a Jesucristo y hacer el bien como Él lo ha hecho con nosotros; es deber despertar de nuestro sueño y liberarnos de las cadenas de nuestro egoísmo para proclamar a Cristo a tiempo y destiempo – como nos lo dice san Pablo. Para eso hemos nacido y venido al mundo: para dar testimonio de la Verdad con las obras y con las palabras.

El santo Evangelio sintetiza cómo la muerte de Jesucristo es la manifestación suprema del amor de Dios por nosotros los hombres. Para el lector actual esas palabras constituyen una llamada apremiante a corresponder al amor de Dios: que «nos acordemos del amor con que [el Señor] nos hizo tantas mercedes y cuán grande nos le mostró Dios (...): que amor saca amor. (...) Procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos para amar» (S. Teresa de Jesús, Vida, 22,14).

Dios siempre cumple lo que promete, es nuestro Padre. A ejemplo vemos la Misión del Hijo de Dios como el signo más grande que Dios pudo darnos de su amor. Haciendo efectiva su voluntad para que todos alcancemos la gracia de la salvación eterna. Y para ello nos ha dejado como pedagogo al Espíritu Santo, quien nos lo aclara todo y nos conduce por el camino correcto en pos de Cristo nuestro Señor. Quien aborrece la luz y quiere seguir bajo la esclavitud del pecado, y obrando el mal, está fundido su alucinación que le impide ser y vivir como hijo de Dios, como hijo de la Luz e impide la acción del Espíritu Santo.

El hombre siempre está inquieto en encontrar lo que más le hace falta, la luz, la verdad; es la manifestación de su alma que desea a Dios pero que el cuerpo concupiscente se lo impide porque confía solo en lo tangible. Solo Dios puede llenar ese vacío.


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