martes, 16 de abril de 2013

El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo


Como podemos apreciar en la lectura de los Hechos, ayer como hoy a nadie le gusta que le digan la verdad en la cara; y un poco menos cuando se trata de las cosas de Dios, porque se asoma nuestra soberbia que nos lleva a odiar. Sin embargo a manera de Jesús debemos denunciar la injusticia, lo que va en contra de la dignidad humana. Debemos ser conscientes de toda a obra que ha hecho la Iglesia a lo largo de la historia en favor del más desprotegido, movidos por el amor que Cristo nos enseñó. Y si algunos pocos dan un testimonio incongruente, se debe a nuestra falta de oración. Es el mandamiento del amor, no hay otro el camino de la Iglesia, esposa de Cristo, que lo prolonga con su amor salvador y misericordioso en la historia.
Dios se ha convertido en fortaleza, refugio, muralla y roca firme para el justo perseguido”. Los mártires nos han dejado un legado, de obediencia, de perfección a la que hemos sido llamados todos y la manera radical y firme de la confianza en Dios,

“Porque el pan de Dios es el que ha bajado del cielo” El Padre Dios es quien nos ha enviado a su propio Hijo como el pan que da la vida al mundo. Quien pide más señales a fin de creer en él, es tenerlo como el milagrero, como el que apaga nuestros incendios y no como nuestro salvador. Jesús, el Enviado del Padre como pan de vida para el mundo, es quien ha bajado del cielo, no como el mana que también fue alimento como prefiguración, pero que caía del cielo para alimentar al pueblo peregrino por el desierto. Es igual para nosotros, es el Pan que calma nuestra hambre y nuestra sed como fuente de vida, para fortalecimiento de nuestro espíritu y nuestra alama; por el desierto de nuestra vida terrena.

Quien pide más señales es un desagradecido, no tiene la capacidad de reconocer el milagro diario que Dios realiza en cada quien. Se debe a nuestro sentido materialista, egoísta, relativista en que vivimos. Pensamos solo en lo que puede satisfacer nuestras apetencias, para ello trabajamos y nos esforzamos. Pero para lo que tiene trascendencia lo dejamos para otros viéndolo como algo no propio al ser humano, olvidando que nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.

«Señor, danos siempre de este pan» para aquellos no sabían lo que pedían, pero nosotros sí sabemos cuál es el Pan ofrecido por nuestro Señor; por supuesto que incluye el pan material pero es más importante el pan espiritual, porque es el alimento para la vida eterna que nos lo concede permaneciendo en fidelidad junto a Dios.


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