jueves, 1 de noviembre de 2012

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.


Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos. Comprendiendo esta primera bienaventuranza ya se podrá comprender las siguientes. Las bienaventuranzas constituyen un nuevo programa. Así Jesús indica el comienzo del reinado que ya está aconteciendo en la praxis de los pobres.

Felices. Jesús no felicita a los que han hecho buenas acciones, ni da tampoco una regla de vida para ser feliz; simplemente proclama que es una suerte pertenecer a tal o cual categoría que la mayoría de los hombres consideran una debilidad, una mala suerte o un obstáculo para tener éxito; los que llevan ese calificativo deben saber que son los primeros llamados al Reino de Dios.

Motiva interrogantes, especial lo que concierne al dinero, porque la pobreza nos da miedo, y muchos de los que buscan la perfección espiritual la querrían pasar de largo. Da la impresión de una fácil y falsa espiritualización de la dura realidad humana con la esperanza pasiva de una reivindicación en un futuro reinado de Dios. Pero no es así. Sigue el compromiso del empeño por cambiar la realidad y hacer presente el reinado de Dios aquí y ahora. En la práctica los que tienen un corazón de pobre sabrán lo que quiere decir Jesús, porque se han sentido siempre más realizados con menos que con más y no se han dedicado a conseguir ventajas y seguridad. Es en primer lugar la experiencia de una vida renovada. La vida encontró su pleno sentido al abrirse totalmente a la confianza en el Padre. Y por añadidura, tendrá la paz en medio de pruebas. Se sienten comprometidos con la misericordia, la solidaridad, la honradez limpia, la pureza, el trabajo por la paz, la reconciliación, la firmeza ante la persecución.

Los que son llamados felices no lo son porque sufren, lo que significaría dar al sufrimiento un valor que no le corresponde, sino porque sienten en su corazón que son amados por Dios, se sienten felices de hacer la divina voluntad de su Creador, porque han aceptado al Espíritu Santo y porque todo su acontecimiento es por amor y como ofrenda de agradecimiento y de amor al Amado. Rebozan de alegría por haber permitido que sea Dios quien reine en su corazón – su alma. Porque han superado la mirada que desparrama y ya en la iglesia celestial no habrá indiferencias, porque todos reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la corona y no hay otro deseo que amar y glorificar al Amado.

"El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual. Los hijos de la Santa Madre Iglesia esperan justamente la gracia de la perseverancia final y de la recompensa de Dios, su Padre, por las obras buenas realizadas con su gracia en comunión con Jesús" (CIC . 2015-2016).

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Para reflexionar hoy día de todos los santos:

http://www.aciprensa.com/noticias/medicos-confirman-milagro-que-permitiria-canonizacion-de-primera-santa-colombiana-25876/#.UJGfH2_MiVo


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