viernes, 23 de noviembre de 2012

Han convertido la casa de Dios en una cueva de bandidos


El Templo de Jerusalén, era como el corazón de la nación judía. Los profetas habían denunciado los abusos y Zacarías había anunciado esta purificación que Jesús realiza a su manera (Za 14,21). Para el pueblo judío el Templo es como el más importante emblema religioso, por eso Jesús reclama que se utilice para lo que es: «casa de oración» (Isa_56:7). Purificando el Templo, Jesús rechaza enérgicamente el extremo al que había llegado la «casa de Dios», de emblema religioso y lugar de encuentro de la comunidad con su Dios, había pasado a ser insignia de opresión, cueva de ladrones por medio del comercio. Por este hecho se hace más clara la decisión de las autoridades de eliminar a Jesús, pero no pueden hacerlo porque «todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras» (48).

El Templo físico esta siendo utilizado para el comercio por intereses materiales; suplantando el verdadero objetivo ¡Casa de congregación de almas para orar y agradecer a su Creador! Es lo que se debe sentir cuando se acude a este lugar. Sin embargo, es utilizado para beneficio personal y temporal. Cuanto mas habremos convertido en “cueva de ladrones” nuestro templo que debe ser morada digna para el Espíritu Santo.

Les daré alegría… Mi casa es casa de oración” (Is 56,7). Reza el misal Romano: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque te has dignado habitar en toda casa consagrada a la oración, para hacer de nosotros, con la ayuda constante de tu gracia, templos del Espíritu Santo (1Co 3,16), resplandecientes por la santidad de vida. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

La figura debe dejar paso a la realidad. El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. De esta manera pasa de la purificación del templo, la presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios. «Adoración al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía, se da a sí mismo con sus propias manos y su poder «admirable y singular conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre de nuestro Señor Jesucristo». (Transustanciación). Ya no son necesarios los bueyes, los becerros, ni los vendedores. Es ineludible ir a unir nuestras vidas a Jesús vivo, a recibirlo como victima por nosotros una vez para siempre.



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