miércoles, 14 de noviembre de 2012

¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?


Los diez leprosos fueron sanados, pero a uno sólo se le dijo: Tu fe te ha salvado. Los diez eran marginados de la sociedad pero no de Dios, los diez habían llegado con la esperanza de una curación y tenían algo de “fe” ya que fueron en busca del sacerdote. Diferente fue el caso del que quiso primero dar gracias a Dios allí mismo donde la gracia de Dios lo había encontrado: tal es la fe que salva y que transforma a las personas. Este uno, del que menos se podría esperar por ser extranjero va en búsqueda de la salvación; por lo tanto nos indica que las apariencias engañan. No fue la extranjería lo que les diferenciaba, fue la humildad que lo llevo a la fe y al agradecimiento. La misericordia de Dios es para todos pero solo uno acepta la salvación, con el gesto de regresar al Señor para darle gracias. Los demás seguramente continuaron sus vidas con un estado de bienestar pero sin la gracia.


Entre tantos que piden favores ¿cuántos aprenderán a amar a Dios? ¿Cuántos se dejaran amar de Dios? ¡Las ironías de la gente!, a quienes divierten se les aplaude y se agradece, en cambio casi nunca a los que hacen el bien. El bien es visto como una obligación y como un derecho merecido, por lo tanto se puede pasar sin pena ni gloria. Aparentemente, la desproporción uno contra diez es exagerada, pero refleja el comportamiento que procede de una falsa interpretación de la Ley, y por tanto de una falsa imagen de Dios. La falta de gratitud es reflejo de soberbia. Para muchos Dios sigue siendo alguien que sólo se limita a exigir el cumplimiento de la Ley; pero no se dan cuenta que cada segundo de vida se lo debemos a Dios y por lo tanto requerimos de conversión para adquirir la fe donada.


En la actualidad hay muchos leprosos con otros calificativos que necesitan ser sanados; es nuestra responsabilidad decirles que El Señor esta muy cerca a ellos para brindarles gratuitamente su amor, su sanación, su liberación, su restablecimiento a la sociedad y lo más primordial la salvación. Sin perder de vista que nosotros también necesitamos las mismas dádivas del Señor y que somos deudores de agradecimiento a los demás y a Dios.


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