martes, 6 de noviembre de 2012

Sal por los caminos e insísteles que entren y se llene la casa


Caridad y humildad - la humildad, resultado y condición de una caridad auténtica y duradera. Si el egoísmo es lo contrario al amor, el orgullo es su enemigo capital. Nos lleva a la exhortación que Jesús nos hacia cuando decía que debemos ser como “niños” desde sus buenas cualidades. (cf. Mt.18, 2) Receptivo, aprende fácilmente, obedece, ama. Es una realidad que el niño necesita de cuidados especiales, educación, conocimientos, alimentación (..) Para penetrar un poco más tendríamos que por lo menos en algún momento y en silencio cerrar nuestros ojos y decidirnos a viajar por nuestra vida espiritual. Nos daremos cuenta que somos niños necesitados. Nuestro espíritu y alma esta en formación y si esta formación es asimilada se podrá llevar a la adultez. En cuanto a los niños se debe a sus padres o representantes, pero para nuestro espíritu se debe a Dios nuestro Creador. El fracaso esta en que también hay quienes pueden hacerle daño a los niños y de la misma forma a nuestro espíritu. Pero antes de abrir nuestros ojos asimilemos este detalle importante que el niño tiene una vida temporal y que el espíritu es eterno, en vida o en muerte.

En el Antiguo Testamento se hablaba del banquete que Dios ofrecería a sus fieles servidores cuando viniera a establecer su Reino. Jesús desarrolló este tema, porque el banquete representa a la vez la dicha compartida; la acogida que Dios nos reserva en su mundo y la plenitud humana que acompaña al más alto gozo espiritual. Jesús nos muestra que Dios invita a todos, pero todos no son capaces de desprenderse de las preocupaciones cotidianas por sobrevivir en medio de los sofismas destructivos del mundo que puede llevarnos a que despreciemos la invitación al gran regalo de Dios.

Si los más allegados despreciaron la invitación, Dios hace extensiva su invitación a todos en tiempo y lugar. Es así que los pobres, los que han puesto toda su confianza en Dios y no en el mundo, pueden ser los que gocen de ese gran alimento de vida. Si es que llegamos a conocer la naturaleza terrena y pequeña; luego por gracia podremos conocer lo grande y maravilloso del universo de Dios.

En Jesús, Dios está proporcionando una última oportunidad de salvación para su pueblo, para comenzar a instaurar ya la nueva realidad del reino. El plan salvífico del Padre concretado en Jesús no se paraliza ante la negativa del escéptico; ese proyecto tiene vida propia por el Espíritu Santo y avanza y se realiza aunque muchos lo rechacen y se autoexcluyan del él. 

“Te damos gracias, oh Padre santo, por tu santo nombre que has hecho habitar en nuestros corazones, por el conocimiento, la fe y la inmortalidad que nos has revelado por Jesús, tu Hijo. ¡Gloria a ti por los siglos! Es a ti, Señor todopoderoso, que has creado el universo, a la alabanza de tu nombre; has dado gozosamente alimento y bebida a los hijos de los hombres y a nosotros, nos has hecho la gracia de un alimento celestial y de una bebida para la vida eterna, por Jesús, tu Hijo”.


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