lunes, 19 de noviembre de 2012

Al que salga vencedor le daré a comer del árbol de la vida.


La palabra griega «Apocalipsis» se traduce como «Revelación. Dios está a cargo de la historia, y los poderes del mal no pueden prevalecer contra su Iglesia. El que es, el que era y el que viene. Esa manera de designar a Dios amplía lo que había sido revelado a Moisés: «Yo soy el que soy» (Ex 3). El Dios vivo es un Dios que viene. Dios en la persona del Espíritu Santo que nos guía, nos educa, nos hace dignos para recibir el amor de Dios; pero que respeta nuestra libertad, por lo tanto también estamos expuestos caer en tentación es la que viene con el tiempo: se enfría el amor que se había despertado en los primeros momentos de la conversión.

Nuestro Señor Jesús, sana a un ciego. La ceguera se hace sintomática, fue para sus discípulos y es para nosotros. También para todos viene un ejemplo de fe del ciego de Jericó, Timeo hijo, que a pesar del obstáculo personal (la ceguera) y de los impedimentos externos (los que frenan acercarse a Jesús) por fe sabe quien es Jesús y lo que puede hacer por el. Para nosotros aunque tengamos intactos los sentidos, necesitamos de la gracia para conocer a Jesús y para optar por Él. Bartimero era ciego pero tenía las ideas muy claras. ¡Era la oportunidad de su vida! Cuando consiguió estar frente al Mesías le pidió lo que necesitaba: "¡Señor, que vea!".

Para orar bien, es necesario valerse de las ayudas para acercarse a Dios, ponerse ante su presencia. Para que la oración sea eficaz se requiere de fe. Para obtener la fe se requiere la acción de Dios, mediante cierto grado de reflexión y de conversión. Dios lo sabe todo, pero quiere que se lo digamos. Nos pregunta: "¿Qué quieres que te haga?". Entonces, nos escucha y nos lo concede, según nuestra fe.

De este acto divino nace un discípulo y lo primero que ve es a Dios, por lo tanto este se encamina a cumplir la misión que no puede callar, fue a comunicar esa experiencia a todo el pueblo; y consiguió que aquella gente, al verlo, alabara a Dios. De muchas maneras el Señor pasa por nuestro lado y nos pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? O mejor: ¡Pídeme lo que quieras! ¿De qué tienes hambre y sed? ¿Qué quieres beber y comer de Mí? (cf. Juan 7:37-39 y Juan 6:35-36) - Pero muchas veces aparte de ciegos estamos sordos y sin tacto, no le escuchamos, no le vemos, no le sentimos. Pero Dios se manifiesta en todos nuestros aconteceres de nuestra vida, pero no le reconocemos, creemos que todo es cuestión del destino, de la suerte, de nuestras propias capacidades, astucias, engaños y mentiras. ¿De esta manera que puede hacer Dios por nosotros? si lo dejamos pasar de largo.


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