sábado, 12 de julio de 2014

Yo, hombre impuro, he visto al Señor de los ejércitos


Hoy nos motiva el evangelio a reflexionar sobre la relación maestro-discípulo; lo cual implica precaución en la difracción, la distorsión, las mezclas, el relativismo a la hora del anuncio de la “buena nueva” por otra parte el Señor nos advierte sobre los peligros y ante ellos nosotros podemos sentir miedo; es propio del ser humano, especialmente cuando se trata de cuestiones que no corresponden a nuestro entendimiento ni a nuestro control. Sus efectos son variados, puede producir indecisión, impedir avanzar, echar para atrás, hacer tomar otro camino, paralizar, atrapar... Pero también puede ser un sentimiento adaptativo cuando nos previene de peligros reales y nos hace tomar las precauciones necesarias. Cuestión distinta cuando el miedo se hace presente en todas las circunstancias de la vida para vivir huyendo de todo y de todos.

“Ni un pajarito cae en tierra sin que lo sepa vuestro Padre...No temáis!” - Y el Señor hoy nos dice: “No tengáis miedo”, “no temáis” es la palabra repetida siete veces por Mateo en su evangelio, cuando los seguidores de Jesús parecen echarse atrás ante lo nuevo, lo desconocido, ante la dificultad, el riesgo. Ante tal realidad el Señor anima a sus discípulos exhortándolos a la confianza y a la valentía frente a la persecución que puede ocurrir. Es el consuelo para que superen el miedo y la angustia que trae consigo la misión. Nuestro Señor Jesús hace la comparación de los gorriones, si el Padre cuida hasta de los animalitos con mayor razón de nosotros, aunque seamos pecadores. Lo decisivo no es el mal que pueda hacer el hombre sino la vida que da Dios.

Los creyentes tenemos derecho a sentir miedo, juegan en nuestro interior miedo y confianza. Pero a la vez sabemos que el mundo y la vida están en manos de Dios. Y que Él tiene el poder y la autoridad frente a toda situación. De manera que nada podrá impedir la proclamación abierta del mensaje de salvación, de vida, de la verdad, y que acabara siendo públicamente reconocido en todos los rincones de la tierra, por la fuerza del Espíritu Santo. Y para los que atestigüen a Jesús, El se pondrá de su parte ante el Padre.


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