jueves, 24 de julio de 2014

Me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron aljibes agrietados.


En la primera lectura que es muy diciente para los tiempos que estamos viviendo, Jeremías enfoca la bondad de Dios para el hombre y a la vez se refiere a los responsables del pueblo, por no hacer su trabajo esencial que es conducir a los hombres a Dios; «interrogar sobre Dios»: "¿dónde está el Señor?" Los especialistas de la Ley, no fueron enfáticos en el reconocimiento de Dios; considerado como una traición de los clérigos y de los intelectuales. Los mandatarios se dedicaron solo regir su gobierno conforme al parecer para sostener su poder, en vez de hacer política según el espíritu de Dios. También los profetas fallaron se les hizo más fácil la religión de los nativos que era muy popular dando culto a Baal. ¿Tendrá algo de parecido a nuestros tiempos?

El Evangelio de hoy es una continuación del pasaje de ayer cuando los discípulos hacían una pregunta sobre la comparación del “sembrador”, ¿porque las parábolas, en vez del lenguaje común? Y es el Señor quien hace una explicación detallada de lo que significa y porque las parábolas. Imaginémonos que el Señor solo hubiese utilizado el lenguaje común, que hubiese pasado en la época y hoy día cuando para el hombre todo es relativo. Se hubiese cambiado la interpretación con más facilidad y se hubiese puesto en boca del Señor mucho contenido de mentira y de engaño. Gracias a las parábolas a manera de (cuento) se conserva la verdad dicha por el Señor.

El Señor sabía que era difícil para sus contemporáneos y para nosotros hoy, entender los misterios de la salvación y de la vida verdadera. “Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender… son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón”. Algún tipo de justificación pongo en aquellos, debido a su cultura y al cambio tan repentino que estaba proponiendo el Señor. Pero para nosotros no hay disculpas, cuando siendo dóciles al Espíritu Santo, lo entenderíamos y lo haríamos muy bien. No cabe por simple razón sino por atracción el alejaros de Dios. Es porque queremos ser dioses sin Dios, por falta de conversión, por no aceptar su Reinado en nuestro corazón, por no dar testimonio de Cristo a los hermanos; y cabe decir, que no solo se debe a nosotros los laicos, también movidos por las corrientes sociales, están a su vaivén muchos consagrados. No queda ante nuestra realidad cruda y visible, otro camino que doblar rodilla ante Dios. Le propongo ahora mismo al menos un Padre Nuestro a nuestro Creador. “En el momento fijado te escuché, en el día de la salvación te ayudé. Este es el momento favorable, éste es el día de la salvación.” (2 Co.6,2).


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