viernes, 25 de julio de 2014

Llevamos en nuestros cuerpos la muerte de Jesús.


Santiago, llamado «el mayor», era hijo de Zebedeo y de Salomé (Mc 15,40; Mt 27,56) y hermano mayor de Juan el evangelista. Junto con él fue llamado entre los primeros discípulos de Jesús, y siempre se le cita entre los tres primeros apóstoles en el Nuevo Testamento. Fue testigo privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,37), de la transfiguración de Jesús (Mt 17,1) y de la agonía de Jesús en Getsemaní (Mt 26,37). Fue decapitado hacia el año 44, en tiempos de Herodes Agripa, en los días de la Pascua (Hch 12,1-3).

Encontramos en el Evangelio de hoy una petición y una respuesta del Señor. En segundo lugar la reacción de los otros discípulos contra los dos hermanos y la actitud de Jesús frente a todos los discípulos. Por su puesto que la petición es disonante con el programa que Jesús le ha ido trazando a sus discípulos mientras van subiendo a Jerusalén. Y por tanto dice: “no saben lo que están pidiendo”. Aparece la incomprensión del misterio de la cruz. El pueblo creía que el Reino de nuestro Señor Jesús, tendría lugar con la conquista de poder que tenían los romanos. Y de ahí que se procuren obtener posiciones dentro del sistema político. Por tanto era de esperarse, también, los celos expresados dentro de la comunidad apostólica por los primeros puestos.

Se demuestra lo difícil que es para la humanidad el reconocimiento de la persona de nuestro Señor Jesús y su Palabra y el significado grandioso y pleno del cumplimiento de su misión encomendada por nuestro Padre Dios. Aun no entendemos completamente contra quien fue la “pelea” en el misterio de la cruz y sobre todo no entendemos que si somos del bando de Jesús, también nos corresponde correr la misma gesta, la misma lucha para alcanzar la vida conquistada por el Señor.

Frente al recelo y división, el Señor la aprovecha para corregir pedagógicamente los fallos de los discípulos de todos los tiempos. El Maestro pronuncia unas reflexiones sobre el nuevo concepto de la autoridad transformada en servicio. Explica la manera como se impone la autoridad en el régimen político de las naciones. Y censura que esta manera de ejercer la autoridad no puede ser el modelo de las relaciones en la comunidad de los discípulos. Porque la novedad consiste en trabajar para rescatar y en servir incondicionalmente a los que nos rodean, que gracias a la tecnología, son todo el mundo. Como cumplimiento de la ordenanza de nuestro Señor Jesús “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.” (Mt.28, 19). Capaces de testimoniar su vida, quien no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por todos.


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