miércoles, 23 de julio de 2014

Mi boca contará tu salvación, Señor.


Encontramos hoy en el Evangelio de san Mateo, la pedagogía de nuestro Señor y Maestro, que nos exhorta a pensar, nos incita a reflexionar- “El que tenga oídos, que escuche.”. y es si que sus discípulos quedaron con interrogantes. Por lo mismo, la respuesta del Maestro es muy diciente para nosotros hoy día, caminamos, nos movemos como que estamos vivos, pero no vemos, no escuchamos, no entendemos, no meditamos, para seguir en las mismas. La Palabra de Dios no nos mueve, no cambiamos; cuesta la conversión. Sin embargo Dios permanece buscándonos, sin importar nuestra condición social, para Dios cuenta es el valor de nuestra alma.

Que ha importado que el Hijo de Dios viniera a rescatarnos a precio de sangre, nuestra conversión es incompleta. Y es debido a que hay alguien que nos roba lo poco y lo cambia por los afanes de lo del mundo. Quizás algunas veces podemos sentir motivaciones que nos entusiasman a ser obedientes a Dios. Pero llega alguien o algo que contradice nuestra motivación y abandonamos. Sobrevienen los acosos de lo material, las necesidades económicas y tomamos el camino de nuestras capacidades de nuestro propio esfuerzo, el interés personal, para ir perdiendo la fe y lo que Dios quiere de nosotros.

“El sembrador salió a sembrar” Dios quiere que seamos dóciles a su divina voluntad, que interioricemos sus enseñanzas, que seamos capaces de retenerlas para que se queden haciendo vida en nosotros. Aunque hayan contradicciones, aunque haya fracaso y resistencia, porque no faltará la acción del maligno que quiera deslumbrarnos con sus engaños, aunque quiera hacer ver el mal como bueno o mejor que el bien. Y la responsabilidad está solo en nosotros, por nuestro pecado de pensamiento, de palabra, de obra y de omisión. Esto nos impide reflexionar y cambiar. “No quieren ver con sus ojos, ni oír con sus oídos y comprender con su corazón... Pero con eso habría conversión y yo los sanaría.”(Mt.14, 15)


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