sábado, 5 de julio de 2014

Vino nuevo, en odres nuevos


Solemos entender la Palabra de Dios escasamente de manera literal; sin profundidad, sin ponerla en contexto, sin tener en cuenta el momento histórico, sin pedir el discernimiento al Espíritu Santo y sobre todo sin verla desde el amor que Dios nos tiene, su interés por la salvación de todos y su vigencia que es eterna.

Dice la primera lectura: "Haré volver a los cautivos de Israel". El guión profético es siempre el mismo. Primero se advierte las consecuencias para que el cuerpo reaccione, para crecer en la vida espiritual y poder hacer ver el amor, la misericordia y las promesas de nuestro Dios viviente que constituye en real posibilidad de un mejor mañana para el hombre nuevo. Porque Dios quiere unirnos a Él y participarnos de su vida, aunque cueste hacerse a la idea de que así es como avanza la vida verdadera.

En el evangelio también se respira aire de novedad. Los "amigos del novio" no guardan luto porque el novio está con ellos, como una exigencia concreta, la de ser nuevos odres para recibir el vino nuevo – la ley del amor. El novio representa la irrupción de lo nuevo. Aunque el mundo promulgue que las cosas de Dios se quedaron en el antaño, que no esta actualizado conforme al modernismo humano, como queriendo decir: Dios es quien tiene que acomodarse al capricho humano, como resultado de una tradición multisecular. Pero lo mejor es que siempre tenemos que reaccionar frente a la novedad, la novedad de Dios, por su manifestación y por su Palabra. Cada vez que un hombre o una mujer se deja transformar ante las palabras de Jesús, es como si naciera a un mundo nuevo, que anima a la construcción de una mejor sociedad, como semilla del Reino de Dios.


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