martes, 22 de julio de 2014

Encontré el amor de mi alma


Hoy la lectura del evangelio nos presenta a María, la de Madala que es una población rivereña del mar de Genesaret, personaje protagónico en la vida del Señor. Se cree que fue a quien el Señor libero de una posesión demoníaca, la que lloro a sus pies y se los perfumo, estuvo al pie de la cruz venciendo los miedos y temores por amor al Señor y hoy es testigo de la victoria del Señor resucitado.

Las preguntas que el Señor hace a María, (misionera) son para nosotros hoy, ¿Por qué lloras? ¿A quién buscas? Lloramos quizás por los sentimientos que causan las pérdidas y el Señor nos invita a que lo busquemos a Él, quien suplirá toda perdida, toda angustia, todo desconcierto, toda tristeza, toda soledad, toda falta de paz, (...).

¿Qué buscamos hoy día nosotros? Muchas cosas que suplan nuestros deseos mundanos, buscamos idolatrar personas y cosas, para tratar de llenar el vacío que hay en nuestro interior. El Señor repetidamente formula esta pregunta ¿A quién buscas? “El que busca encuentra” pero esta afirmación del Señor se refiere a lo mejor, a lo realmente necesario para la vida, que se dirige personalmente a cada uno de nosotros y nos anima a vivir en su amor. Búsqueda, también es, reconocer a aquel que te reconoce a ti. La búsqueda del Cantar de los Cantares, es la inquietud que se despierta, es el deseo del Señor y se vuelve búsqueda apasionada, vital, como expresión simbólica del amor de Dios por su pueblo.

En el discurso del cap. 14 Jesús había hablado de su partida; y había garantizado su resurrección. Esta promesa se da como cumplida en la alegoría de la parábola del grano de trigo que muere y la de la vid y los sarmientos. Se cumple en nuestro Señor Jesús, que muriendo da mucho fruto, habla de la importancia de su muerte para que los creyentes vayan a Él y de la fecundidad apostólica de sus discípulos. Por tanto Jesús es también la vid en la que los sarmientos deben estar adheridos para producir fruto abundante. Jesús es la fuente de la vida de los creyentes y de las obras buenas que por gracia pueden producir.


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